viernes, 12 de junio de 2009

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXV)

En realidad no se trata de la espada de Simón Bolívar, porque ha habido varias espadas. Empezando porque Simón Bolívar gustaba de regalar espadas a personajes de su simpatía y líderes secundarios de la gesta independentista. Hasta José Antonio Páez habría de recibir la suya de manos de Bolívar, cuando ya taimadamente tramaba la más abyecta traición a la persona e ideales del Libertador. Quizás sea afortunado que ese sable esté desaparecido.

Actualmente existen tres espadas claramente vinculadas con Simón Bolívar.

Una de las espadas es la que pudiera llamarse la Espada de Colombia. Esta espada se encontraba en la Quinta de Bolívar en Bogotá (actualmente monumento nacional y museo). Sin embargo, durante 50 años pasó en vitrina casi olvidada hasta que en 1974 fue robada, con fines propagandísticos, por miembros del movimiento guerrillero M-19. La espada pasó por varias manos, incluyendo las del narcotraficante Pablo Escobar, quien inclusive la llevó consigo a la cárcel de La Catedral. El hijo de Escobar la usó para jugar. (http://es.wikipedia.org/wiki/Robo_de_la_espada_de_Bol%C3%ADvar).

En Enero de 1991 fue devuelta al museo para ser transportada casi de inmediato a una de las bóvedas del Banco de la República. Se supone que en la década del 2000 regresó a la Quinta Bolívar. Esta espada siempre ha estado rodeada de un halo de misterio: ni en la Academia Colombiana de Historia ni en la Quinta de Bolívar, ni la Sociedad Bolivariana por ejemplo, saben su historia ni su origen.

La segunda de las espadas es la Espada del Perú. El pomo, la empuñadura y la guarda así como la totalidad de su vaina fueron detalladamente repujados en oro de 18 kilates y adornados con cientos de diversas piedras preciosas. Fue un regalo que en 1825 la Municipalidad de Lima presentó a Simón Bolívar con la inscripción “Simón Bolívar Libertador de Colombia y del Perú, Chungapoma me fecit en Lima” grabada en la hoja. Esta espada nunca fue usada ni llevada en combate: Bolívar la utilizaba como ornamento durante eventos protocolares. De todas maneras, atrás habían quedado ya las decisivas victorias finales de Junín y Ayacucho.

En 1974, por considerar que el Banco Central de Venezuela (BCV) era un lugar seguro y digno para albergar piezas de inestimable valor histórico, el Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Relaciones Interiores decidió conferir la custodia de esta espada al instituto emisor, para lo cual se destinó un lugar especial de exhibición permanente, en la mezanine del edificio Sede del BCV. La espada también puede verse a través de la página web del BCV pero las imágenes digitales utilizadas son malas, sea por por falta de foco o por baja definición (Pulsar aquì). Por tal motivo los detalles de la espada, según se describen en dicha página (inscripciones, dragón de oro con ojos de rubí, dos indios de oro en relieve coronados con penachos de diamantes “sosteniendo el ‘hasta’ (sic) con el gorro frigio” y otros elementos de la empuñadura) no son discernibles en las fotos.

Este noble ícono histórico tampoco ha recibido el cuidado y respeto que se merece: El 25 de Julio de 1999 fue desenvainada a mano pelada y la legendaria hoja esgrimida al aire por el propio Presidente Chávez.

Indudablemente sobrecogido por su atrevimiento, el Presidente explicó despuès que “la había desenvainado con el propósito de ‘retar a los venezolanos a ponernos a la altura del genio y la idea de Bolívar’”.

Previo a la osada e injustificable acción, el gobierno confesaría haber perdido la llave de seguridad puesta bajo su custodia, la cual era necesaria para abrir la vitrina de protección que resguarda el histórico artefacto. No es descartable considerar que hayan tenido que romper el receptáculo para sacar la espada.

Además resulta fácil reconocer (basado en sus propios comentarios) que esta fue la primera vez que Chávez la veía. A partir de entonces, múltiples copias de la misma han sido hechas para festejar y regalar a distintos caudillos de América Latina, Asia, África y Europa, algunos de ellos de cuestionable reputación histórica y moral.

El 09 de junio de 2009 visité la mezanine del BCV en Caracas. Pero aun cuando en la página Web de la institución no se advierte al posible visitante o turista de que haya habido cambios, lo cierto es que después del penoso viaje a Caracas, en la sala de exhibición no encontré la famosa espada. Los encargados del sitio (todos muy atentos y serviciales) me informaron que el lugar específico donde se muestra la espada estaba en proceso de remodelación. No quisieron aceptar mi petición de observar de lejos la espectacular joya, “pues en realidad no se encontraba allí en esos momentos” (Pulsar aquì).

Sorprendentemente el sitio no dispone, para los visitantes, de un folleto descriptivo con fotos de la espada, ni tampoco tarjetas postales, afiches u otros recuerdos del ícono bolivariano. Solo se ofrece un tríptico alusivo a la colección de monedas (con la foto de tan solo una de las piezas).

La tercera espada es la Espada Libertadora propiamente dicha, la espada de las luchas de Alexander Petión en Haití y después, con la misma espada, las fallidas incursiones de Francisco de Miranda y finalmente, conducida durante 10 años por Simón Bolívar, la aguerrida espada que habría de abrirse paso en más de 300 combates hasta la completa emancipación de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá (La Gran Colombia).

Esa espada nunca más regresaría a Venezuela. Adelaida Schmidt, quien por herencia la había recibido al final de una distinguida cadena de personajes que la poseyeron después que El Libertador se la regalara al barquisimetano y compatriota General de División Jacinto Lara (a quién Bolívar llamaba “El Ulises de Colombia”) en 1927 decidió donarla al Senado de la República del Perú. Hoy se conserva en el Museo Nacional de Historia, Sala XI, consagrada a la memoria del Libertador.

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