domingo, 21 de junio de 2009

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXXII)

Hay que conceder que Simón Bolívar no es el único con derecho para templar a mano limpia la gran espada, símbolo de las victorias de Junín y Ayacucho, o cualquiera otra gloriosa espada de su pertenencia. También lo pudieran hacer Jesucristo y Don Quijote, todos los cuales constituyen, junto con el Libertador, según sus propias palabras, una trilogía de majaderos universales que se pasaron la vida arando en el mar.

Hay otra persona más que también podría desenvainar la ilustre espada con toda propiedad. En realidad ya lo hizo en Bogotá, cuando en la terrible noche conspiratoria del 25 de septiembre de 1828, le salvó la vida al Libertador: Manuela Sáenz a quién el mismo Simón Bolívar, al día siguiente, llamaría “la Libertadora del Libertador”.

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXXI)

Por lo tanto, se propone la aprobación de una ley que contemple las siguientes disposiciones:

  1. Realizar las gestiones protocolares necesarias ante la Organización de las Naciones Unidas para que la espada del Perú de Bolívar, actualmente bajo la responsabilidad del Banco Central de Venezuela, sea considerada como tesoro histórico de la humanidad.
  2. Colocar la espada del Perú de Bolívar bajo la custodia de los pueblos que formaban la antigua Gran Colombia (Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela).
  3. Construir en Venezuela un monumento nacional apropiado a la magnitud histórica que la espada representa (independencia de la Gran Colombia) y en donde este invalorable ícono pueda ser alojado, protegido y exhibido.
  4. Invitar a los restantes países arriba mencionados a participar en este magno proyecto de reconocimiento histórico.
  5. Los monumentos, en el caso de lograr la participación de los países mencionados en el numeral 2, deberán ser arquitectónicamente similares, todos de estilo colonial clásico y poseedores de la misma majestad general. En algún sitio específico de la estructura exterior del edificio, cada país podrá colocar el emblema o escudo y la respectiva leyenda oficial que lo identifica. Por fuera de cada edificio o panteón, una misma estatua del libertador, recibirá a los visitantes, escoltada en semicírculo por las banderas de los correspondientes países.
  6. Definir otros aspectos tales como un atrio jardín, un área externa de servicios a los visitantes, seguridad y vigilancia, transporte y otros.
  7. Cada cinco años la espada cambiaría de residencia para establecerse, según orden alfabético u otro que pudiera considerarse preferible, en cada uno de los seis países del grupo.
  8. Bajo ninguna circunstancia se permitirá la fabricación de facsímiles de la espada.
  9. Establecer que la espada solo podrá ser manipulada, dentro de intervalos apropiados, por reconocidos expertos internacionales en metalúrgica y joyería, y esto a los fines del mantenimiento, inspección o reparación que se requiera y siempre bajo estrictas medidas de seguridad y protocolo. Ninguna otra persona, independientemente de su rango oficial o personal, está autorizada a tocar o manipular la espada, salvo situaciones de extrema emergencia y notable requerimiento de seguridad del histórico ícono.
  10. Todos los procesos dirigidos a la realización de este proyecto se harán de común acuerdo entre las naciones, mencionadas en el numeral 2 que hayan aceptado participar, siguiendo las normativas y procedimientos que se aprueben a los efectos de su implementación.
  11. La Asamblea Nacional nombrará una comisión de distinguidas personalidades de Venezuela cuya única misión será la de dar inicio a las consultas y contactos preliminares con los otros países.
  12. El proyecto se desarrollará con los países que estén de acuerdo con el mismo.
  13. Otras espadas o sables, que de manera fehaciente se haya establecido que pertenecieron al Libertador, también pueden ser incluidas y exhibidas de la misma manera dentro de los monumentos.
  14. Las disposiciones de los numerales 8 y 9 entrarán en inmediata vigencia al momento que esta ley sea aprobada por la Asamblea Nacional.

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXX)

PROPUESTA DE LEY ESPADA DE SIMÓN BOLÍVAR

Considerando:

  1. Que en la mente del pueblo, la espada de Simón Bolívar ha sido asociada con ciertos destacados atributos e ideales sustentados y defendidos por Simón Bolívar, tales como: Honor, valor, audacia, determinación, victoria, justicia, libertad e independencia.
  2. Que existen varias espadas vinculadas históricamente al Libertador y sus hechos, algunas de las cuales, no habiendo tenido el resguardado apropiado, han sido utilizadas de una u otra forma para los fines e intereses de individuos y causas de diversa índole, en contraposición con la intención y pureza de los ideales representados por dichas espadas cuando estas se encontraban en manos del Libertador.
  3. Que como consecuencia de la indiferencia general y oficial, tan común en Latino América, muchos edificios, objetos y documentos de valor histórico, no tienen la protección necesaria para resistir o minimizar los efectos del tiempo, los elementos ambientales adversos y del hombre mismo, por lo que se ven sometidos a un proceso de constante degradación, que en muchos casos ha probado ser irreversible.

Por consiguiente se hacen las siguientes propuestas:

(ver disposiciones propuestas en la siguiente entrada)

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXIX)

Cuando me aparté ligeramente del curso principal de este blog para hablar sobre Simón Bolívar, o mejor dicho sobre su espada, ícono representativo de su gigantesco esfuerzo independentista y unionista, poco imaginé que no sería sino ahora, 29 entradas después, que culminaría mi contribución específica relacionada con la preservación de la dignidad del Libertador.

Cierto que la dignidad del Libertador de por si se mantiene incólume ante cualquier agresión o abuso y por lo tanto, no necesita de ninguna ayuda para permanecer, eternamente, de esa manera.

Pero es el caso de que dada la escasez o ausencia de ciudadanos (pulsar aquí), nuestra masa poblacional (unos 150 millones de habitantes de la despedazada Gran Colombia) puede ser fácilmente inducida, y de hecho lo ha sido, a aceptar como verídicas las aseveraciones, presentes y pasadas, de que Simón Bolívar habría no solo advocado, sino también sembrado las semillas a partir de las cuales brotaría esa multitud de malabarismos politiqueros, que a lo largo de nuestra terrible historia (posterior a la independencia misma) hemos conocido como liberalismo, conservadurismo, socialismo, puntofijismo, chavismo, aprismo, peronismo o cualquier otra línea “ideológica” caudillista (i.e. paecista, lusinchista, calderista, etc.) propia de nuestro descompuesto tropicalismo tercermundista.

Ese pedido de respeto hacia lo que fue la obra e intención última de Bolívar, ahora sepultadas bajo un cerro de escritos, discursos y ofrendas florales, no va a resolver ninguno de nuestros graves problemas. No va a traer prosperidad, no va a pacificar nuestras calles ni va a poner fin a la corrupción e incapacidad gubernamental. Pero hay que hacerlo porque uno nunca sabe. Y por cuanto la espada es el objeto bolivariano más tangible y representativo de su obra se hace la siguiente propuesta (ver siguiente entrega)

jueves, 18 de junio de 2009

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXVIII)

El estado de abandono del Panteón Nacional es una grave ofensa a la memoria del Libertador (ver entrega anterior) pero al fin y al acabo, por notable que este haya sido, estamos realmente hablando de un ser humano.

¿Qué pensar entonces del estado de abandono en que se encontraba (hace ocho años, quizás ahora la situación se haya corregido) la Catedral Metropolitana, la casa del mismo Dios a quién se veneraba no solo como creador de la Gran Colombia sino creador del universo mismo? Porque allí también el repello de las paredes estaba desportillado, la barata pintura colgando en tiras de las enmohecidas paredes y monte y helechos prosperando robustamente en sus campanarios y cornisas (Pulsar aquí).

Hay que aclarar que lo del Panteón Nacional, no es culpa de los humildes obreros. Ellos no tienen porque tener el conocimiento emocional de lo que El Libertador debería significar para los latinoamericanos. Por otro lado, saben que no hay supervisión. Pero aun cuando el contratista fuera a revisar los trabajos, tampoco va a tener ese conocimiento emocional y por lo tanto encontrará la labor, sobradamente adecuada. Además se trata de otro negocio más.

[En cuanto a lo de la catedral ¿No es verdad que años atrás la prensa publicó la noticia de que Dios había muerto? A partir de entonces la gente dejó de ir a misa, no se confiesa no lee la Biblia, no conoce los mandamientos, no cuida los templos. Fornica, bebe, se droga, roba y asesina. Consecuencia de ese mismo desafortunado evento la curia diocesana se ha transformado, funcionalmente, en un cónclave político-social, totalmente ajeno a la masiva decadencia espiritual del pueblo. Antaño, pastorear el ahora descarriado rebaño, era su principalísima responsabilidad]

Ahora también, en las concentraciones y mítines públicos del PSUV y simpatizantes (estos últimos los 2.5 millones de espoleados empleados públicos) ocasionalmente aparecen afiches con el presidente Chávez portando el uniforme de gala del Libertador (hasta el color de la piel ha sido cambiado para que luzca cual mantuano de colonial estirpe). Los dos personajes están siendo fusionados como si una misma textura histórica los hiciera compatibles (pulsar aquí).

Pero no lo son: uno es La Gran Colombia, el otro, el caudillo de turno de la agotada Venezuela tercermundista.

Para completar el deprimente espectáculo de los chupamedia oficiales tratando por todos los medios de tapar el Sol de Junín con un grano de arena, ahora se comprueba que en el salón de ceremonias de Miraflores, la pompa y circunstancias del sitio han requerido que se baje la pintura del retrato del Libertador a nivel del piso, para que en las fotografías protocolares (durante la repartidera de espadas) el presidente Chávez luzca por encima de Bolívar. Este patético esfuerzo ya ni siquiera ofende: Es tan ridículo que mas bien da risa (pulsar aquí). Comparar con este otro presidente (pulsar aquì).

El incidente de la espada del 25 de julio del 99 pudiera marcar el momento cumbre del brutal proceso de trivialización de nuestra breve pero gloriosa historia (que se inicia en Caracas el 24 de Julio de 1783 y termina en San Pedro Alejandrino el 17 de Diciembre de 1830), proceso que ya había arrancado con gran ímpetu tras la proclama separatista del partido de Páez en Carabobo (23 de noviembre de 1829) y en Caracas (24 de noviembre de 1829) y con la instalación del Congreso en Valencia (30 de abril) y la infame proclama de Valencia (28 de mayo de 1830) que exige a Bogotá la expulsión de Simón Bolívar del territorio (es importante mencionar que dos miembros del congreso salvaron su voto: El Dr. Vargas y Manuel Urbina).

Con razón el moribundo en los momentos alucinatorios finales, haciendo acopio de la poca energía que aun tenía, intentó incorporarse de su lecho mientras balbuceaba sus últimas palabras “Vámonos… vámonos… esta gente no nos quiere en esta tierra… ¡Vámonos muchachos!... lleven mi equipaje a bordo de la fragata” (Hurtado Leña. El último viaje de Bolívar. El Desafío de la Historia. Año 1, No. 6, pp. 86-109).

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXVII)

No es solo el presidente el que debe preservar, proteger y defender el legado de Bolívar. Cada uno de nosotros está en la obligación de hacerlo. Pero nadie podrá preservar lo que no reverencia. No puedes proteger de lo que no has aprendido. No puedes defender lo que no conoces”.

Estas palabras, fueron parte del discurso de Anthony Kennedy, Juez de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, el domingo pasado, en ocasión de la graduación de la promoción 118 de alumnos de la Universidad de Stanford. Excepto que la declaración se refería a la Constitución de ese país.

Pero se aplica apropiadamente para el caso de nuestro prócer, cuya imagen y legado histórico siempre han sido manoseados indecorosamente por nuestros caudillos. Estos han pretendido que dicho legado y dicha figura, se adaptan y están hechos como a la medida para acomodar los primitivos intereses y deleznables ambiciones de cada uno de ellos.

Como se indica en la cita anterior, estamos frente a una situación de ignorancia. Esa es la razón por la que Bolívar es groseramente utilizado con el propósito de cobijar causas innobles y avalar la corrupción, la incompetencia administrativa, el abuso de poder, las vulgaridades, la incultura y el fracaso crónico de todos estos gobiernos.

Todo esto ocurre con total impunidad porque para la inmensa mayoría de latinoamericanos Simón Bolívar es ahora solo una pintura, un busto, una estatua ecuestre, un día de asueto en la playa, un nombre.

A finales de la década de los años noventa visité el Panteón Nacional y quede asombrado por el estado de abandono en que se encontraba este notable monumento: Las paredes cuarteadas, toscos parchos de argamasa aquí y allá, la pintura desprendiéndose en tiras, basura amontonada en el atrio, monte creciendo en lo alto de las esquinas de sus torres y paredes (pulsar aquí).

Era tal el estado de decadencia de algunas de estas estructuras, que el propio Presidente Chávez, en 1999, ordenó al Ministro Ignacio Arcaya nombrar una comisión para que “trate urgentemente el deterioro del Panteón Nacional, la Casa Natal y el Boulevard Panteón”.

Diez años más tarde (09 de julio 2009) al examinar de nuevo el Panteón, fue posible observar dos o tres obreros trabajando en su “restauración” (probablemente como preparación a los actos del aniversario del natalicio de Simón Bolívar este próximo 24). Pero se trata de un rápido maquillaje de brocha gorda, pintura barata para cubrir la vieja pintura barata, sin corregir ni alisar las cuarteaduras e irregularidades de las gastadas paredes y sin cuidar de que la pintura no manche el piso (pulsar aquí).

sábado, 13 de junio de 2009

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXVI)


Simón Bolívar es, sin lugar a duda, el único héroe histórico de la gran región septentrional de América del Sur. Su genial labor, militar y legislativa, su integridad personal y honorabilidad así como su dramática visión de una Gran Colombia (que momentáneamente logró hacer realidad) lo ubican a la par de los más renombrados próceres del continente Americano (pulse sobre la imàgen para ampliarla).

Porque la Gran Colombia, por efímera que su existencia haya sido, fue un logro político, institucional y territorial, de colosales proporciones. En esa breve encrucijada histórica, Simón Bolívar nos ofrecía la oportunidad de un futuro glorioso (Pulsar).

Simón Bolívar y todo lo que de alguna manera lo representa (estructuras históricas, objetos, escritos) está muy por encima de cualquier ideología local o global, llámese esta puntofijismo, chavismo, capitalismo o socialismo, o cualquier otra que haya surgido o surja en el futuro.

De existir en este momento, cuatro millones de venezolanos dispuestos u obligados a aplaudir el uso de su nombre y emblemas para los fines propagandísticos de un determinado culto personal, habría que reconocer también que hay otros cuatro millones para quienes esta manipulación resulta odiosa y repulsiva. Además hay que contar a millones y millones de latinoamericanos que ven con malestar e indignación este inaudito atropello histórico.

Es importante entender que Simón Bolívar nos representa a todos pero a ninguno en particular. Su prestigio y probidad no están disponibles a ninguna forma de uso personal. Simón Bolívar es uno de esos grandes faros históricos cuyo destino ha sido y es guiar el curso de la humanidad.

Que la humanidad escuche es otra cosa.

Nosotros, perenne barco a la deriva, nunca hemos estado en esa sintonía.

viernes, 12 de junio de 2009

Boletín Especial: La Espada de Simón Bolívar y la Patria (XXV)

En realidad no se trata de la espada de Simón Bolívar, porque ha habido varias espadas. Empezando porque Simón Bolívar gustaba de regalar espadas a personajes de su simpatía y líderes secundarios de la gesta independentista. Hasta José Antonio Páez habría de recibir la suya de manos de Bolívar, cuando ya taimadamente tramaba la más abyecta traición a la persona e ideales del Libertador. Quizás sea afortunado que ese sable esté desaparecido.

Actualmente existen tres espadas claramente vinculadas con Simón Bolívar.

Una de las espadas es la que pudiera llamarse la Espada de Colombia. Esta espada se encontraba en la Quinta de Bolívar en Bogotá (actualmente monumento nacional y museo). Sin embargo, durante 50 años pasó en vitrina casi olvidada hasta que en 1974 fue robada, con fines propagandísticos, por miembros del movimiento guerrillero M-19. La espada pasó por varias manos, incluyendo las del narcotraficante Pablo Escobar, quien inclusive la llevó consigo a la cárcel de La Catedral. El hijo de Escobar la usó para jugar. (http://es.wikipedia.org/wiki/Robo_de_la_espada_de_Bol%C3%ADvar).

En Enero de 1991 fue devuelta al museo para ser transportada casi de inmediato a una de las bóvedas del Banco de la República. Se supone que en la década del 2000 regresó a la Quinta Bolívar. Esta espada siempre ha estado rodeada de un halo de misterio: ni en la Academia Colombiana de Historia ni en la Quinta de Bolívar, ni la Sociedad Bolivariana por ejemplo, saben su historia ni su origen.

La segunda de las espadas es la Espada del Perú. El pomo, la empuñadura y la guarda así como la totalidad de su vaina fueron detalladamente repujados en oro de 18 kilates y adornados con cientos de diversas piedras preciosas. Fue un regalo que en 1825 la Municipalidad de Lima presentó a Simón Bolívar con la inscripción “Simón Bolívar Libertador de Colombia y del Perú, Chungapoma me fecit en Lima” grabada en la hoja. Esta espada nunca fue usada ni llevada en combate: Bolívar la utilizaba como ornamento durante eventos protocolares. De todas maneras, atrás habían quedado ya las decisivas victorias finales de Junín y Ayacucho.

En 1974, por considerar que el Banco Central de Venezuela (BCV) era un lugar seguro y digno para albergar piezas de inestimable valor histórico, el Ejecutivo Nacional, a través del Ministerio de Relaciones Interiores decidió conferir la custodia de esta espada al instituto emisor, para lo cual se destinó un lugar especial de exhibición permanente, en la mezanine del edificio Sede del BCV. La espada también puede verse a través de la página web del BCV pero las imágenes digitales utilizadas son malas, sea por por falta de foco o por baja definición (Pulsar aquì). Por tal motivo los detalles de la espada, según se describen en dicha página (inscripciones, dragón de oro con ojos de rubí, dos indios de oro en relieve coronados con penachos de diamantes “sosteniendo el ‘hasta’ (sic) con el gorro frigio” y otros elementos de la empuñadura) no son discernibles en las fotos.

Este noble ícono histórico tampoco ha recibido el cuidado y respeto que se merece: El 25 de Julio de 1999 fue desenvainada a mano pelada y la legendaria hoja esgrimida al aire por el propio Presidente Chávez.

Indudablemente sobrecogido por su atrevimiento, el Presidente explicó despuès que “la había desenvainado con el propósito de ‘retar a los venezolanos a ponernos a la altura del genio y la idea de Bolívar’”.

Previo a la osada e injustificable acción, el gobierno confesaría haber perdido la llave de seguridad puesta bajo su custodia, la cual era necesaria para abrir la vitrina de protección que resguarda el histórico artefacto. No es descartable considerar que hayan tenido que romper el receptáculo para sacar la espada.

Además resulta fácil reconocer (basado en sus propios comentarios) que esta fue la primera vez que Chávez la veía. A partir de entonces, múltiples copias de la misma han sido hechas para festejar y regalar a distintos caudillos de América Latina, Asia, África y Europa, algunos de ellos de cuestionable reputación histórica y moral.

El 09 de junio de 2009 visité la mezanine del BCV en Caracas. Pero aun cuando en la página Web de la institución no se advierte al posible visitante o turista de que haya habido cambios, lo cierto es que después del penoso viaje a Caracas, en la sala de exhibición no encontré la famosa espada. Los encargados del sitio (todos muy atentos y serviciales) me informaron que el lugar específico donde se muestra la espada estaba en proceso de remodelación. No quisieron aceptar mi petición de observar de lejos la espectacular joya, “pues en realidad no se encontraba allí en esos momentos” (Pulsar aquì).

Sorprendentemente el sitio no dispone, para los visitantes, de un folleto descriptivo con fotos de la espada, ni tampoco tarjetas postales, afiches u otros recuerdos del ícono bolivariano. Solo se ofrece un tríptico alusivo a la colección de monedas (con la foto de tan solo una de las piezas).

La tercera espada es la Espada Libertadora propiamente dicha, la espada de las luchas de Alexander Petión en Haití y después, con la misma espada, las fallidas incursiones de Francisco de Miranda y finalmente, conducida durante 10 años por Simón Bolívar, la aguerrida espada que habría de abrirse paso en más de 300 combates hasta la completa emancipación de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá (La Gran Colombia).

Esa espada nunca más regresaría a Venezuela. Adelaida Schmidt, quien por herencia la había recibido al final de una distinguida cadena de personajes que la poseyeron después que El Libertador se la regalara al barquisimetano y compatriota General de División Jacinto Lara (a quién Bolívar llamaba “El Ulises de Colombia”) en 1927 decidió donarla al Senado de la República del Perú. Hoy se conserva en el Museo Nacional de Historia, Sala XI, consagrada a la memoria del Libertador.

martes, 2 de junio de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XXIV)

(Fragmento del poema “A los Cuchumatanes”
De Juan Diéguez Olaverri)

¡Oh cielo de mi Patria!
¡Oh caros horizontes!
¡Oh azules, altos montes;
oídme desde allí!
La alma mía os saluda,
cumbres de la alta Sierra,
murallas de esa tierra
donde la luz yo vi!

En tanto que la sombra
no embargue el firmamento,
hasta el postrer momento
en vos me extasiaré;
que así como esta tarde,
de brumas despejados,
tan limpios y azulados
jamás os contemplé.

Del sol desfalleciente
a la última vislumbre,
vuestra elevada cumbre
postrer asilo da:
cual débil esperanza
allí se desvanece:
ya más y más fallece,
y ya por fin se va.

¡Cuán dulcemente triste
mi mente se extasía,
oh cara Patria mía,
en tu áspero confin!,
¡cual cruza el ancho espacio,
ay Dios que me separa
de aquella tierra cara,
de América el jardín!

¡Oh cielo de mi Patria!
¡Oh caros horizontes!
¡Oh ya dormidos montes
la noche ya os cubrió!:
adiós, oh mis amigos,
dormid, dormid en calma,
que las brumas en la alma,
¡ay, ay! las llevo yo.

viernes, 10 de abril de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XXIII)

Epílogo

Presbítero Don Manuel Salvador Castañeda y Muñoz: En 1870 continúa la construcción de la catedral de Huehuetenango iniciada en Abril de 1867 por el Padre Juan Bautista de Teherán. Fueron cuatro años y medio de labores dirigidas por el Padre Castañeda a quien con frecuencia se le veía sobre los andamios pegando ladrillos, tirando la argamasa sobre los repellos o diestramente utilizando el formón o el escoplo de carpintero. Cuidó y decidió sobre todos los detalles, grandes o pequeños de la obra. Finalmente, el 8 de diciembre de 1874, la catedral fue consagrada, en misa solemne oficiada por el mismo Padre Castañeda.

Serapio Cruz (alias “Tatalapo”, alias “Azote de Dios”): Después de la derrota sufrida en Huehuetenango en 1869, Cruz “huyó inmediatamente hacia las vecinas Verapaces picando la mula de día y de noche hasta caer finalmente en manos de los Palencianos que lo mataron el 23 de enero de 1870 y le cortaron la cabeza para clavarla en una pica y pasear el despojo sangriento por las calles de la capital”.

Justo Rufino Barrios: En 1873 y mediante golpe de estado se hace Presidente de Guatemala, momento en el cual firma el llamado Tratado Herrera-Mariscal de límites con México. En dicho tratado Guatemala renuncia a toda pretensión sobre la región de Soconusco, declara legal la anexión del gran Estado de Chiapas a México y también renuncia a sus créditos contra México sin recibir compensación alguna. Excelentes dividendos para México a cambio de unos cuantos rifles Rémington 63 y otros pertrechos de guerra entregados a Barrios en 1869!
Barrios murió de un tiro por la espalda, probablemente asesinado por uno de sus soldados en 1885.
Chiapas (Soconusco es un municipio de Chiapas) formaba parte de la Capitanía General de Guatemala. Tiene la población indígena más alta de Centro América (incluyendo a México) y sus antepasados maya construyeron la asombrosa ciudad de Palenque. Lingüísticamente, Chiapas y Guatemala son las dos únicas regiones de la geográficas que utilizan sistemáticamente el voseo (vos en lugar de tú) aunque es de uso ocasional en otros países de Centro América, Colombia, Venezuela y Argentina. La conexión histórica, geográfica, étnica y lingüística deja pocas dudas al respecto de que Chiapas era parte de Guatemala y de que debió continuar siendo parte de su territorio.
Barrios fue un gobernante tiránico en extremo y muy vengativo (en particular con la comunidad de Huehuetenango, “donde se cobró con creces el llavinzazo de tiro largo con que Justo Gómez lo tumbó en la acción del 7 de diciembre de 1869”): Expropió propiedades, fusiló a muchos sin causa ni juicio, especialmente bárbaro el fusilamiento en masa de diez y siete vecinos de Soloma (14 de septiembre de 1884) donde obligó a los vecinos (incluyendo niños) a presenciarlo, en la propia plaza de Soloma. Muchos fueron exiliados y otros huyeron voluntariamente. Creó en el pueblo un régimen feudal obligando a sus pobladores a empedrar avenidas, levantar puentes y edificios sin más remuneración que una disminuida dieta de tortillas y caraotas negras).
Por otro lado este caudillo encabezó un régimen liberal sin precedentes, retirando los privilegios de la aristocracia y clero, confiscando enormes propiedades de este último grupo, construyendo numerosas carreteras, introduciendo el ferrocarril, el telégrafo, educación laica gratuita y muchas otras cosas de gran beneficio social. Por eso se le llama “El Reformador” y la más bella avenida y paseo de la ciudad capital de Guatemala, construida durante su gobierno, repleta de grandes árboles y hermosas estatuas de la época, tiene por nombre Avenida Reformador.
Sin embargo, los anteriores logros no compensan en lo más mínimo el enorme daño causado al territorio nacional, disminuido en 40% con la firma de Tratado Herrera-Mariscal ni mucho menos el causado con los miles de seres humanos muertos, exilados, encarcelados, torturados y abusados por su régimen.
Uno de los exiliados (del retrógrado gobierno del General Carrera, que precedió a Barrios), fue el poeta huehueteco Juan Diéguez Olaverri. En el exterior, inspirado por el terruño del que se vio alejado por tantos años, compuso uno de los más bellos y sentidos poemas que yo haya leído, A los Cuchumatanes, pero que en realidad es un canto a la patria chica.

sábado, 4 de abril de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XXII)

Mientras tanto la balacera continuaba. Arriba, entre los andamios de la construcción, uno de los defensores, el humilde cazador de venados Justo Pérez (y por ello hombre de muy buena puntería), observó detrás de la línea de fuego un bulto que agazapado encima de una pared quemada hacía disparos regulares con un palo largo que parecía uno de esos ‘remitos’ “que bía dicho mi teñente”. Afirmaba que por habérsele acabado las postas, antes de hacer el tiro largo había cargado su “camoya” con la llave de su candado. El disparo fue certero y el bulto se desplomó al suelo. La estrategia de los francotiradores del Capitán Colange acababa de rendir su mejor fruto.

Porque el caído no era un bulto cualquiera sino que se trataba del caudillo mismo de los facciosos, el “General” Justo Rufino Barrios.

Con esto cundió el pánico y la derrota para los atacantes. Al toque de campanas de la iglesia que usaban como improvisado cuartel, desordenadamente se llevaron a Chiantla las armas y los heridos que pudieron, incluyendo tres coroneles y al propio General Barrios, este último amarrado con mecate, pial y mecapal sobre la espalda del indio Mingo de Aguacatán.

Varios de sus jefes de alta graduación fueron muertos, incluyendo Ramón Cruz, hijo predilecto de Serapio Cruz, que fue sepultado en Chiantla (excomulgado por la quema de la iglesia del Calvario, la Virgen del Rosario y muchas imágenes de santos). Al descontar a los muertos (más de 200) y a los desertores, el grupo guerrillero que buscó refugio en Chiantla, no pasaba de 300 individuos (según informe del Corregidor).

Sin embargo, atrás dejaban al pueblo de Huehuetenango en ruinas, dos tercios de sus casas totalmente quemadas (90 viviendas), 200 muertos y las cruentas heridas emocionales causadas por las violaciones y la orfandad contemplada, los hijos asesinados, los gritos de los quemados y de los heridos. La pérdida de los escasos bienes de sus habitantes “había reducidos a la mendicidad a la casi totalidad de sobrevivientes” como reza el parte del Corregidor, el valeroso Capitán Aquilino Gómez Calonge.

Con acierto este Capitán afirma también en su informe que no puede señalar a ninguno de sus subalternos o soldados en particular como distinguido por su valor y disposición en el combate “porque todos ellos con igualdad pelearon como héroes sin que desmayara un solo instante su intrepidez habiéndose hecho todos acreedores a la gracia del Supremo Gobierno”.

“En aquel ambiente de ruina, terror y desdicha en que quedó sumido el pueblo −continúa Horacio− hasta los más optimistas pensaron que la obra del Padre Teherán quedaría abandonada, permaneciendo quien sabe por cuantos años, erizada de largueros y parales que la intemperie y el tiempo irían desmenuzando poco a poco”.

Estaba ya por concluir lo que para la población había sido el infausto año de 1869.

Afortunadamente no pasarían muchos meses antes que la situación cambiara dramáticamente: Los tiempos (por no decir la era) del Padre Don Manuel Salvador Castañeda y Muñoz estaban a punto de comenzar. Pero esa inspiradora historia la transcribiré (del libro de Horacio “La Catedral…”), muy a mi pesar, en otra oportunidad.

miércoles, 1 de abril de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XXI)

“Al día siguiente, 6 de diciembre de 1969, de madrugada, los invasores atacaron la población por todos los puntos cardinales, procediendo antes de que se intercambiara un disparo, a saquear y luego incendiar las casas, de la periferia al centro. Pero la suerte quiso que encontraran en varios de estos puntos, alambiques clandestinos para destilar aguardiente. La salvaje montonera, que había recibido autorización para saquear, violar y matar a como se les antojara, no vieron inconveniente en lanzarse a una masiva libación, tan generosa y bárbara a boca de garrafones, ollas y alambiques, que el grueso de las fuerzas vernáculas del primer asalto, se incapacitó para la lucha quedando sus elementos en tierra, con el filudo machete en las rodillas, o la escopeta inútil entre las desmayadas piernas. Una buena parte de estos murieron abrasados en el incendio que ellos mismos habían provocado”.

“El segundo y más numeroso contingente de insurrectos atacó ahora la plaza. Gómez Colange, su heroico defensor, solo contaba con 200 hombres, entre soldados y milicianos y 76 fusiles de chispa que cargaban por la boca y al máximo de su rendimiento podían hacer hasta un disparo cada tres minutos. Pero hábilmente atrincherados como estaban y con sus francotiradores en buena posición, los hombres del Corregidor Colange, durante 25 horas de fuego vivo rechazaron una y otras vez todos los asaltos de las huestes de Barrios y Cruz.

“En medio de lo más nutrido del fuego, el Padre Teherán, bajo amenaza de fusilamiento, tuvo que llegarse hasta donde se encontraba el cruel Serapio Cruz, quién lo obligó a que fuera a decirle al Señor Corregidor que se rindiera o terminarían de prenderle fuego al resto del pueblo y a la iglesia y a la imagen misma del Cristo. `En el acto me hinqué de rodillas −escribe el Padre Teherán en su informe final a las autoridades eclesiásticas− y le pedí con mil súplicas que no lo hiciera. Pero Cruz enseguida ordenó a unos indios de Nebaj y Aguacatán que estaban con las cargas de ocote en los hombros (el ocote es una madera muy resinosa que arde con gran facilidad), que fueran a prender a las iglesias y los indios viéndome a mí hincado a sus pies no lo obedecieron y tiró la espada y les pegó a los tres.

“Entonces me levanté −continua el sacerdote− y con bandera blanca salí y me tiraron de uno y otro bando, rasgando mi sotana y rozando mi oreja derecha quedando por ello un poco sordo. Hablé con el Corregidor y me contestó que no se rendía, volví a Cruz con la contestación de la plaza y le dije que si quería los cañones y las armas que se acercara a tomarlas y que el Señor Corregidor y toda la fuerza se los entregaría cuando muriera el último soldado, me habló muy mal y me amenazó otra vez con que me iba a fusilar y que volviera a hablarle al Corregidor y al retirarme una bala le mató el caballo y en la confusión escapé y volví a la iglesia que ocupaban sus fuerzas y saqué la plata y los libros parroquiales que pude tomar y salvar y a las 7 de la noche salí de la iglesia y por un milagro salve la vida pues los hombres de Cruz me tiraron tres tiros`”

Después el Padre Teherán incluye la siguiente reflexión en su reporte: “Observé en Serapio Cruz, en sus ojos fríos, en su siniestro semblante y en las palabras que me dijo, que una mano oculta le impulsa para matar, incendiar, quemar las iglesias y reducir a cenizas este pueblo y advertí que estaba tan fuera de sí, que se me representó como Atila −azote de Dios” (lo mismo hubiera podido decirse de José Tomás Boves, el Atila venezolano, muerto de un lanzazo en Urica, en el año de 1814)

domingo, 29 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XX)

c) Consideremos finalmente, los problemas causados por la maldad de los hombres (consideraciones a y b dos boletines atràs):

Cuando el Padre Teherán todavía dirigía la construcción de este gran proyecto, un grupo de malhechores capitaneados por Justo Rufino Barrios y Serapio Cruz (alias “Tatalapo”), estacionados en el estado de Chiapas (que tiene frontera común con el Departamento de Huehuetenango) se dieron a la tarea de llevar a cabo incursiones armadas de saqueo y matanzas, sobre distintos puntos (caseríos y aldeas) del Departamento de Huehuetenango. Su meta era apoderarse de la zona y, con la ayuda de su “Excelencia Serenísima” Agustín I Emperador (autonombrado) de México, organizar un ejército con el cual derrocar militarmente al gobierno de Guatemala.

Sin embargo las tropas acantonadas en la guarnición de Huehuetenango, bajo el comando del Capitán Aquilino Gómez Calonge, Corregidor del Departamento, se las arreglaba para repeler todos los asaltos que los facciosos de Barrios y Cruz intentaban contra la aldea.

Pero era de esperarse que dada la frecuencia de los ataques y la audacia y extrema crueldad exhibida por los agresores, la región se encontrara para el año de 1869, en un estado de permanente intranquilidad y zozobra hasta el punto de que en ocasiones, cuando se sabía de la proximidad de los bandoleros en cuestión, la población buscaba refugio en las montañas y toda actividad cesaba en la aldea. El propio Padre Teherán fue asaltado en una oportunidad por los forajidos de Cruz, habiéndolo despojado de 500 pesos que tenía destinados para la compra de materiales de construcción.

Para el mes de noviembre de 1869, y quizás debido a las noticias y rumores procedentes de México sobre posibles movimientos de las fuerzas armadas de Barrios, la tensión y alarma se había incrementado significativamente en el pueblo. A pesar de ello, los trabajos de construcción del templo continuaban. El nerviosismo estaba justificado: el 5 de diciembre, los insurrectos, en número que se calculó sobrepasaba los mil individuos irrumpieron en el departamento. Algunas partidas numerosas de estos forajidos, cabalgando por las serranías cercanas y a la vista de todos, hacían grandes alardes de fuerza vociferando y haciendo tiros al aire.

Porque era el caso que esta vez, el traidor Barrios se había comprometido con el “Emperador” Agustín I de México a cumplir, de salir triunfante, varios ignominiosos convenios en detrimento del país, a cambio de recibir un número suficiente de fusiles, de los más efectivos que se conocía entonces, (Rémington 63, de retrocarga, capaz de hacer quince disparos en un minuto) y otros elementos con los que los sediciosos intentarían derrocar al Mariscal Cruz y adueñarse por la fuerza del solio presidencial.

Así equipados, estas montoneras se habían acantonado en un pueblito vecino (Chiantla) y desde allí, mediante mensajeros y bajo terribles amenazas, exigieron la rendición de la guarnición de Huehuetenango.

Pero el Corregidor del departamento, Capitán Gómez Calonge no se arredró. “A toque de clarín −escribe Horacio− convocó a todos los milicianos de los alrededores, cavó trincheras a uno y otro lado de la plaza y puso a sus mejores tiradores sobre las estructuras y andamios de la incipiente construcción, con órdenes de disparar desde allí, de preferencia, a los jefes que él con el resto de la guarnición se ocuparía de los seguidores”.

Horacio continúa: “Justo Rufino Barrios había cambiado. Ya no era el vagabundo que mi abuelo conoció en Chiapas, cuando andaba en alpargatas con una cachucha de obrero, jugando “la taba” entre un grupo de caleros (donde probablemente también estaba el mencionado abuelo) en el atrio de Santo Domingo. Porque de la noche a la mañana había aparecido jinete en un caballo de gran alzada y cocidas a las mangas de su chaquetilla charra y de largos flecos que siempre usaría mientras guerreaba (y con la que falleció años después cuando uno de sus soldados le diera un tiro por la espalda en Chalchuapa) cosidas, digo, sobre aquellas mangas de cuero pardo, las cuatro barras doradas del grado de General; rango que desde luego acababa de otorgarle la Academia Militar de su fantasía”.

viernes, 27 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XIX)

Una vez decidido el proyecto en su mente y corazón, el Padre Teherán se lo presentó a la humilde feligresía, probablemente mediante un sermón dominical, que al día siguiente ya había rendido su primer fruto: un donativo anónimo de arena que apareció frente a la humilde iglesia. Después de esto los vecinos empezaron a transportar rocas, piedras de cal y a donar sus pequeños ahorros.

Pero lo más importante fue la masiva mano de obra voluntaria que se ofreció a trabajar, organizándose en turnos diarios rotativos para que los improvisados obreros no descuidaran sus labores agrícolas.

Esto último fue lo que hizo posible iniciar y terminar el proyecto, porque esas manos rudas y callosas, no eran unas manos cualesquiera, eran manos que traían el soberbio potencial heredado de antepasados que siglos antes habían levantado con exactitud arquitectónica, precisión astronómica y rigurosidad teológica los fastuosos templos de Zaculeu y Palenque.

Con estos expertos Maya y Mam, Brigham Young (mencionado en la entrega anterior) hubiera podido construir su templo en cuatro años o menos, en vez de los cuarenta y tantos que les tomó. Pero es que además, según el libro de Mormón, estos calificados trabajadores eran los descendientes de viejas tribus lamanitas y nefitas, lo que quizás explique porqué cuando esta catedral católica estuvo en gran peligro, fueron los mormones del pueblo los primeros en correr, instintivamente, en su auxilio.

La magnitud de la obra puede apreciarse viendo la estructura tal y como existe en la actualidad, su aspecto exterior (haga clic aquí) y después su imponente interior (Haga clic aquí).

El primer sitio Web incluye además una excelente colección de fotos de Huehuetenango, sus paisajes y un grupo de fotos de las famosas Ruinas de Zaculeu.

Desafortunadamente y cuando la labor andaba ya casi a medio camino, una serie de terribles eventos (siguiente entrada) asolaron al pueblito paralizando la construcción. Los responsables ultrajaron y humillaron de una manera brutal la frágil humanidad del Padre Teherán, dejándolo tan quebrantado, física y emocionalmente, que tuvo que ser llevado de vuelta a la ciudad Capital donde falleció sin haber podido dedicar este templo, como era su ferviente deseo, y sin siquiera haberlo visto terminado.

La labor de liderizar la reanudación de los trabajos, tan difícil o aun mayor que la emprendida por el anciano Padre Teherán, recayó ahora sobre el Padre Don Manuel Salvador Castañeda y Muñoz, oriundo del propio Huehuetenango. Más difícil quizás porque de él fue la decisión de ampliar los campanarios para acomodar hasta ocho campanas en total y también porque probablemente suya fue la idea de crear las naves procesionales y cubrir la nave principal con una bóveda de medio cañón en vez de poner un techo de mampostería como originalmente se había planificado. Aparejado a esto aparecieron los arcos romanos de ladrillo, cuya construcción tomó año y medio de minuciosa labor.

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XVIII)

La edificación de la catedral fue un acto de heroísmo, increíble audacia e inquebrantable fe por parte de la pequeña comunidad de la aldea que era entonces Huehuetenango. Fue un esfuerzo muy superior al realizado por los pioneros mormones (sin pretender minimizar la odisea de este excepcional grupo religioso) quienes en 1847 iniciaron la construcción de su propio templo el cual no verían terminado sino 46 años después. La ventaja que “teóricamente” tenía el Profeta Brigham Young, mientras liderizaba el desarrollo del territorio de Utah, era poder utilizar en la construcción de su templo a un equipo de técnico de primera, todos inmigrantes europeos (carpinteros, herreros, albañiles, vitralistas, talladores de canteras, ebanistas y otros).

En cambio, el anciano cura Don Juan Bautista de Teherán de Huehuetenango solo contaba con un puñado de humildes indios sembradores de maíz, cuidadores de gallinas y arreadores de cabras. Más adelante veremos que este santo varón no hubiera podido encontrar en ninguna parte de América un contingente de hombres y mujeres mejor capacitados para la tarea. Iguales sin duda, mejores no.

La construcción de la Catedral de Huehuetenango puede catalogarse como verdaderamente milagrosa, entendiéndose esto como un esfuerzo de tan excepcional magnitud impulsado por la fe, que en algún momento la mano divina tendría que intervenir en reconocimiento de esa demostración. O si se prefiere, como un tenaz esfuerzo realizado en condiciones y circunstancias tan imposibles que en teoría no podía tener éxito pero que al final, inexplicablemente, lo tuvo y por si solo.

a) Considerese en primer lugar, el problema de las severas limitaciones materiales de la localidad:

Hacia el año 1850 la ciudad de Huehuetenango era una pequeña y empobrecida aldea de 120 viviendas, todas de un solo piso, construidas de adobe y con techos de paja, alineadas frente a las calles y avenidas que se desprendían de las cuatro esquinas del rectángulo de la plaza central (plaza de armas). Esta plaza medía 50 varas españolas por lado (41.8 metros) y estaba rodeada de cuatro portales de un solo piso, provistos de pilares de madera y tejados de barro donde tenían residencia algunos modestos negocios, la guarnición local y la Municipalidad. En la mitad de la plaza había una pila con cuatro chorros que era el abastecimienjto de agua potable de la pequeña comunidad.

b) Sobre el fondo anterior, considerese ahora el problema del proyecto mismo, tal y cual fue conjeturado por su cura párroco:

La iglesia existente, lugar de reuniones de la feligresía, era una especie de bodegón sombrío con techo de paja. Evidentemente un sitial inapropiado para albergar los santos emblemas. El Padre Teheran, como párroco de la humilde comunidad, sintió que aquello tenía que cambiar.

Pero la visión de la estructura que forjó en su mente (considerando lo dicho sobre las pauperrimas y primitivas condiciones de su parroquia) más parecía la elucubración de una mente senil que un proyecto práctico realizable: Una imponente catedral con dos campanarios y respectivas campanas, una nave central cubierta por una bóveda de medio cañón, asentada sobre siete arcos romanos a ambos lados para absorber la presión de arriba abajo de la bóveda y a los lados de los arcos, dos naves laterales o procesionales cuyos techos no iban a estar simplemente apoyados sobre las paredes laterales sino articuladas a ellas a manera de disimulados contrafuertes, para disipar así la enorme presión de adentro afuera que la pesada bóveda habría de generar.

El presbiterio (sitio donde está el altar mayor) estaría bordeado a los lados por gruesas paredes curvas de granito, las cuales servirían para sostener el gran tambor de concreto (cimborrio) sobre el cual se asentaría la cúpula. Atrás del presbiterio, el coro, donde habría de instalarse un órgano de tubos.

martes, 24 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XVII)

Es lógico entonces que en ausencia de una historia nacional relevante, se haga inevitable que la población, o por lo menos un sector de esta, empiece, de manera gradual, a hilvanar su propia historia tomando como punto de partida las tradiciones y leyendas locales. Como estas ya surgen íntimamente ligadas a la región o comarca base del sustento y sitio de residencia de esa comunidad o pueblo (el terruño), es también inevitable que esto ha de sembrar en un sector de esa comunidad, una semilla especial que al ser cuidada con esmero, con el tiempo germinará para producir una sensación de orgullo local por lo propio, un respeto profundo por las pequeñas raíces que dieron lugar a lo que somos, visión de futuro y determinación de defender lo nuestro, cual es la patria chica.

A mi manera de ver, esto mismo era lo que ocurría en el Huehuetenango de mis abuelos y de Horacio mi padre. Porque Guatemala, como el resto de Latinoamérica, es un país sin heroísmos, con un pasado que más bien fuera preferible olvidar, empezando porque ha tenido dos independencias (de España en 1821 y de México en 1823, habiendo en este último conflicto perdido ilegalmente el enorme estado de Chiapas, una pérdida territorial significativa en relación a lo que conformaba la Capitanía General de Guatemala hasta 1824), sin poder dejar de recordar que fue bajo el control dictatorial del analfabeta Rafael Carrera (que gobernó por 30 años hasta su muerte en 1865) que se promovió la disolución de la Federación de las Provincias Unidas de Centroamérica con el subsecuente parto pre término de cinco endebles y enguerrillados mini-países todos de vocación profundamente tercermundista y en constante terapia intensiva económica; siendo que además esta es una historia repleta de golpes de estado, crueles gobiernos dictatoriales y una guerra civil de 30 años que dejó 200,000 muertos, indígenas en su gran mayoría, la cual quizás no haya terminado todavía. ¿Quién puede estar orgulloso de esto?

(Cierto que Latinoamérica ha tenido dos o tres momentos históricos que fulguraron como supernovas e iluminaron brevemente su negro firmamento: Simón Bolívar, José de San Martín y el cura Hidalgo. Pero nadie quiso verlos y se extinguieron sin dejar rastro como no sea una multitud de estatuas ecuestres y una cantidad de primitivos murales de brocha gorda).

No debe concluirse, en vista de las entradas anteriores de este blog, que las susodichas tradiciones y leyendas de fantasmas y similares, incluyendo la participación en estas de varios conocidos personajes de la comarca, sean los únicos hechos memorables a registrar. Empezando porque La Llorona, El Cadejo, La Siguanaba, El Sombrerón y otros son personajes comunes del folclor de otros países latinoamericanos y esto muy a pesar de que “tales larvas −como dice Horacio− han tomado en el Departamento carta de ciudadanía, al extremo de reconocérseles como auténticos huehuetecos”.

La realidad es que en Huehuetenango (para insistir en este sitio en particular) existe un cierto número de nobles e inspiradoras historias que han enaltecido y llenado de justo orgullo a muchos de sus pobladores. Una de estas se relaciona con la construcción de su catedral, la cual dentro de 15 años (en el año 2024) cumplirá siglo y medio de terminada.

Años atrás e inspirado por la proximidad de una fecha aniversaria de la construcción de su catedral, la cual en 1974 habría de cumplir cien años de haber sido consagrada como tal, Horacio escribió uno de sus mejores libros. En él y tras minuciosas investigaciones de antiguos y maltratados folios locales, dejó plasmada la dramática historia de su construcción (Horacio Galindo Castillo. La Catedral, 8 de Diciembre de 1984-1974, segunda edición, Editorial Josmat, Guatemala).

Esta es la fuente de información usada en la descripción que sigue, sin duda un apretado compendio de ese extraordinario evento y de otros eventos históricos relacionados con este respetable y sagrado monumento. Esto nos permitirá ver la mortífera colisión entre la historia noble y altruista, levantada por unos pocos y pacíficos héroes (el Padre Juan Bautista de Teherán, el Padre Manuel Vicente Castañeda y Muñoz y el pueblo de Huehuetenango) y la historia burda y egoísta creada a la medida de violentos e inescrupulosos caudillos (Justo Rufino Barrios, Serapio Cruz y sus mercenarios) surgidos de las entrañas mismas del Darwinismo social. El primero de estos, fatalmente destinado para causarle irreparables daños a la nación.

Este enfrentamiento entre las fuerzas del bien y el mal, donde el mal a la postre siempre prevalece, es el rutinario tema de fondo de la historia Latinoamericana.

martes, 17 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XVI)

Durante los años de su niñez Horacio vivió enteramente en Huehuetenango. Pero en ese tiempo la educación formal del pueblo terminaba con la primaria. Los que deseaban estudiar secundaria (mi papá era uno de esos) tenían que viajar y residenciarse durante el año escolar en Quetzaltenango, una ciudad de mayor envergadura que Huehuetenango.

Este era un viaje de dos días en mula que forzosamente se hacía por estrechas y boscosas veredas atravesando parte de las famosas cumbres de los Cuchumatanes y de la Sierra Madre.

El viaje se hacía a fines de enero, saliendo de madrugada en medio de los fríos más intensos imaginables. Esa noche se pernoctaba más arriba, en el frígido pueblito de San Bartolo. Al día siguiente, tras otra larga caminata siempre en ascenso, se alcanzaba la cumbre de Olintepeque y desde allí, repentinamente, en pleno corazón de la Sierra Madre, a 2,300m snm, se divisaba el asombroso panorama de la ciudad de Quetzaltenango, la cual desde ese punto, tiene por fondo el tríptico de sus grandes volcanes: El Cerro Quemado, el Santa María y el Siete Orejas.
(http://www.spanishcourses.info/cities/quetzaltenango-guatemala-54-ES.htm)

De esos viajes, hechos dos veces al año (noviembre, viaje al hogar cuando empezaban las vacaciones y enero del siguiente año, cuando había que regresar a Quetzaltenango) es que salieron las mejores y más emocionantes narrativas que yo le haya escuchado a Horacio.

Coyotes, búhos, indios, neblina, ventiscas, brujos mam, lúgubres sonidos de espectrales marimbas nocturnas, ignotos senderos cuidadosamente tapizados de antiguas piedras serpenteando en medio de densos bosques de pinos y cipreses, cuevas y lagunas misteriosas, todos formando diferentes combinaciones de dinámicos personajes girando imaginativamente alrededor de una pequeña comitiva de cansados y preocupados viajeros tratando de negociar el grande y sagrado escenario de los Cuchumatanes, esas mágicas serranías que todo huehueteco lleva por siempre resguardadas en su corazón. Desafortunadamente Horacio nunca publicó esas historias, ni tan siquiera escribió nada sobre ellas. Lo cual no deja de ser muy curioso para mí.

A falta de una verdadera y enaltecedora historia nacional, una pléyade de distinguidos huehuetecos (médicos, abogados, políticos, artistas, periodistas) cuando niños absorbieron esas leyendas, narradas con autenticidad y convicción, a la orilla del fogón de las tortillas y pishtones, por sus padres, abuelos, o por ancianas indias, leyendas que parecian verdaderas y que se hicieron “historia” porque muchas veces en los referidos sucesos se involucraban famosos personajes de carne y hueso de la localidad, que aparecían como involuntarias y aterrorizadas víctimas de las jugarretas de los antisociales de ultratumba.

Lo siguiente le sucedió a mi tío abuelo, el Coronel Juan Castillo, de acuerdo a como lo narra Horacio en el ya mencionado libro ("El Piecito de la Virgen, Leyendas..):

“A mi tío el Coronel, fue otro fantasma el que se le apareció, mientras se hallaba precisamente en el ejercicio de las armas. Era por entonces Mayor de Plaza de la cabecera, y fiel cumplidor de sus obligaciones, había dado en la costumbre de capitanear la ronda que noche a noche y con los fusiles a la bartola, recorría las calles apacibles de la población.

“En el curso de una de tantas vigilancias, acertó a pasar por la calle real del cementerio, entrando así automáticamente aunque sin darse cuenta, en los dominios de otro de los Señores de la noche y el misterio.

“Allí estaba por cierto tamaña autoridad, sentada tranquilamente en el borde de la banqueta.

“Vaya usted sargento −ordenó mi tío− a averiguar que hace allí ese perro tan grande y tan negro, sentado en la acera con aire de vecino que tomase el freso.

“Pero ya el corpulento animal se acercaba a ellos moviendo la cola en señal amistosa, aunque para mantener el incógnito, lo hiciera con los ojos cerrados como puños. Confiadamente se dejó examinar por todos los individuos de la tropa.

“Es un perre de San Bernarde comuel de Doi Arísteres Sosa −opinó el cabo− Yo mas bien creye que es un ternere −replicó el sargento− un ternere grandoto u selle un torite algue pequeñe.

“¡A ver! −terció mi tío el Coronel− parece robusto; manso por añadidura, ¡veamos si puede conmigo!” Y montó con espada y todo, sobre los lomos de la presunta bestia.

“Al punto, esta echó a correr llevándolo encima, con igual soltura que si se tratase de una pluma.

“Y como tomó la calle de El Boquerón que siempre está mal alumbrada, tuvo que encender sus silbines delanteros (vulgo sealbeams) a fin de alumbrarse el camino.

“Mi tío a pesar de ser un militar valeroso, vio con espanto que la luz de aquellos fanales era roja. ¡Entonces −pensó− no era un perro sino me está llevando el Cadejo! El proceloso canídeo (o lo que haya sido), debió leer en su pensamiento, porque al punto se apresuró a decir: ¡Afirmativo mi Coronel! ¡Afirmativo!

“Y sin aminorar la marcha se puso al trote largo, con lo que mi tío creyó llegada su última hora. Ningún auxilio podía esperar de sus atónitos acompañantes, temerosos de disparar los retacos no fuesen a hacer blanco en el jinete, en vez de hacerlo en su montura. Más el Cadejo, se apresuró en este punto a tranquilizarlo: `Recién se me informa, mi Coronel, que usted no es católico sino evangelista, y contra ustedes no tenemos pleito alguno. Con que sírvase perdonar el susto, y que tenga usted muy buenas, tranquilas y felices noches`.

“Y sin más preámbulo se lo sacudió de encima dejándolo tirado semiinconsciente a la orilla del camino.

“Siendo un muchacho naturalmente curioso pero también imprudente, una noche en que caminábamos por una poco iluminada calle le pregunté al marcial hermano de mi madre: `¿Es cierto, tío Juan, que a usted lo espantó el cadejo?`

“¡Tonterías! −me respondió− ¡y dile a la señora que te contó esa patraña (mi madre por supuesto) que si sigue regando esas mentiras se las verá conmigo!

“Mas el hecho es que cuando esto decía, su voz se volvió casi un susurro y su tez normalmente obscura se había tornado blanca como la luna. Al mismo tiempo un evidente temblor espelucó su canoso y bien recortado bigote.”
Ir a: (http://www.escalofrio.com/n/Hombres_Lobo/El_Cadejo/El_Cadejo.php)
Para una “terrorífica” versión del cadejo (como jabalí), ir a (http://www.youtube.com/watch?v=Vl0mXPXOieA)

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XV)

Al igual que Don Adrián Recinos, yo siempre digo que nací en ese pueblito Quiché-Mam llamado Huehuetenango (que en alguno de esos dos dialectos Maya significa “Pueblo de Viejos”) a pesar de que mi partida de nacimiento (y la de Don Adrián) digan otra cosa. Durante el tiempo en que yo viví allí, el pueblo era muy frío y neblinoso (quizás todavía lo sea) especialmente durante los dos o tres últimos meses del año y primeros del siguiente y la razón de ello es que está ubicado a 2000 metros SNM, en una planicie de la montaña de los Cuchumatanes (parte de la cadena montañosa llamada la Sierra Madre). Esta sierra de los Cuchumatanes tiene un área de 16,350 Km2 y a una altitud máxima de 3,828 metros snm siendo la sierra montañosa no volcánica más alta de Centro América y probablemente de México también.

Ninguna de las fotos en existencia de los Cuchumatanes (que en dialecto Mam significa “Lo que fue hecho por una fuerza superior”) se acerca en lo impresionante a otras montañas de Sudamérica, Europa o Asia, algunas de las cuales son evidentemente muy fotogénicas.
Ver: http://www.summitpost.org/area/range/403757/guatemala.html

Hay dos explicaciones para este fenómeno: La primera es la enorme amplitud de la serranía, lo que le permite ascender con declives poco abruptos hasta los casi 4,000 metros y la segunda es que la gran mayoría de fotos se toman desde los pueblos asentados en planicies ubicadas a medio camino de la montaña. Las fotos tomadas desde Huehuetenango, a 2,000 metros de altura, solo muestran en la distancia, los últimos 1,000 a 1500 metros finales de la serranía.

Una multitud de mágicas leyendas relacionadas con Huehuetenango y los Cuchumatanes han sido recopiladas en algunos de los ocho libros folklóricos publicados por mi papá (en especial: Horacio Galindo Castillo. El Piecito de la Virgen. Impresos Industriales, Guatemala C.A. 1975 −aclarando, como lo hace el autor, que la palabra piecito es de usanza local y probablemente esté reñida con lo recomendado por la Real Academia−), quien a principios del siglo pasado vivió y estudió en esa localidad. La totalidad de esas leyendas ya yo las había escuchado de labios del propio Horacio (la forma habitual como me acostumbré a llamarlo) y siendo que él era un cuentista de extraordinario talento, con frecuencia esas historias eran narradas en medio de una agradable tertulia de amigos y vecinos que se deleitaban, no solo con las historias en si, sino sobre todo por el gran estilo del cuentista.

Es bueno aclarar que jamás vi. a Horacio tomar bebidas alcohólicas (bajo ninguna circunstancia) y que durante esas reuniones lo que se servía era café o chocolate. Los amigos asistían para disfrutar al cuentista y sus consumados manierismos narrativos. En particular, las imitaciones que hacía de la especial dicción del lenguaje español de los indígenas (una segunda lengua para ellos) eran magistrales. Todos reíamos a carcajadas de estas divertidas actuaciones y de las situaciones presentadas. Es por eso que aun cuando yo más o menos conocía todas las historias (siempre les agregaba giros nuevos especiales de acuerdo a su inagotable inspiración), nunca me perdía las mencionadas reuniones.

Sin embargo al leer algunos de sus libros, donde Horacio narra estas mismas historias y duplica lo mejor que puede el estilo de hablar de los indígenas, sentí una gran desilusión. Las historias ya no me parecían divertidas. Las tramas eran por supuesto, las mismas, incluyendo los dialectos autóctonos, pero en ausencia de la voz y el estilo del cuentista, perdían toda su gracia y luminosidad. Era como tratar de degustar un sancocho sin sal, sin sazón, sin condimento... indudablemente insípido por el nostálgico recuerdo del artista por siempre ausente.

Independientemente de lo anterior, prácticamente todas estas historias se desenvuelven en algún lugar (pueblo, camino, cerro, laguna, bosque o quebrada) de los Cuchumatanes, en ese maravilloso sitio donde soplan los vientos más fríos y silbantes, donde las noches son las más obscuras y neblinosas, donde por las frecuentes ventiscas los pinos y cipreses crujen quejumbrosos, donde bajo la luz de la luna las grandes rocas parecen adquirir vida tomando la forma de duendes o de princesas mam.

Es también en esas serranías donde al Cadejo al Duende y a la Llorona les gusta aparecerse para sorprender a las comitivas de cansados viajeros pero en especial, es este uno de los hábitats predilectos de veloces coyotes nocturnos, viajando, sea en solitario o en pequeños grupos de tres o cuatro, corriendo, ladrando (el coyote ladra) aullando o quietos y erguidos, la pelambre encrespada por el viento, observando bajo la luz de la luna desde lo alto de alguna enorme piedra.

El coyote, el chacal y el lobo se derivan de un ancestro común, el Eucyon, un cánido de las planicies de Norteamérica que emigró al viejo mundo 3 ó 4 millones de años atrás. Lobos y coyotes cruzando el Ártico, regresaron hace 800,000 años a Norteamérica (Karen E. Lange. Wolf to Woof, the Evolution of Dogs. National Geographic, January 2002).

El coyote (Canis latrans) es un superviviente nato y uno de los depredadores más eficientes del planeta. A pesar de ser el blanco de escopetas, trampas y sebos envenenados su población está en auge y su área de distribución aumenta (América del Norte y Central). Allí donde los lobos han sido aniquilados, el coyote se ha erigido como superdepredador, con una dieta de serpientes, insectos, pequeños mamíferos, aves de corral, perros, frutos, basura doméstica y carroña (Mike y Peggy Briggs. Vida Salvaje. La Fauna en su Hábitat natural. Oarragon Books Ltd, p. 167).

domingo, 8 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bilívar y la Patria (XIV)

Estamos a fines del mes de febrero (2009) y los apátridas ya iniciaron los primeros ataques incendiarios en la vecindad del Parque Nacional Henri Pittier, sitio que desde hace años ha sido para mi una de las dos mitades del molde con el que he creado la patria en mi interior (haga click aquì). Esta es la mitad que corresponde a su parte física, es decir sus montañas, ríos, aves, bosques y todos los elementos vivos o inertes que conforma su territorio. La otra mitad es la historia, en este caso, obviamente el Libertador Simón Bolívar (Pulsar aquì)

Pero esa patria no es Venezuela, esa patria es la Gran Colombia: Porque no voy a ser yo, aun a estas alturas, quién con mi aprobación, beneplácito o indiferente mirada retrospectiva, se incorpore a la lista de los traidores (Páez, Santander, Gamarra, Flores, Santa Cruz) que, motivados por infames y deleznables ambiciones de poder personal, desbarataron la patria de Bolívar.

Simón Bolívar no solo conoció sino que vivió el territorio (la vasta extensión que comprendía el Virreinato de Nueva Granada −incluyendo la Capitanía General de Venezuela− y el Virreinato del Perú) como ninguno antes ni después lo ha conocido y vivido ni lo conocerá y vivirá jamás: palmo a palmo, a pié, en mula, a caballo (segùn algunos calculan, fueron 123,000 Km!) a veces con las posaderas llagadas y sangrando, con carbunclos (abscesos maduros) sin reventar y reventados.

Este territorio, selva, desierto, pantano, calurosa llanura, grandes lagos, bosques, caudalosos ríos, y frígidos y encumbrados picos y altiplanos, tenía una extensión de 4, 738,900 Km2, (exactamente la mitad del actual territorio de los Estados Unidos de América). Su frontera oriental era la costa del Océano Atlántico y su frontera occidental la costa del Océano Pacífico, esta ultima abarcando la mitad de toda la costa oeste de America del Sur. Así de inmensa era la patria que Bolívar construía. Millones y millones de babas, cocodrilos, delfines, chiguires, picures, tigres, tragavenados, monos, venados, coyotes, peces de todos los tipos y tamaños, miles de especies de aves, millones de especies de exóticos insectos y una flora aun más exótica, todo eso y mucho más habitando en perfecto equilibrio ecológico sobre esa tierra.

Piedras y metales preciosos abundaban en esa tierra, ni hablar de la casi ilimitada riqueza del subsuelo que todavía usamos para sobrevivir diariamente. La Gran Colombia era en verdad El Dorado. Un sitio donde los esforzados hubieran podido crear leyendas pioneras y realizar cualquier noble sueño, por atrevido que este hubiera sido.

Más adelante veremos como las “independencias de La Independencia”, que acabaron con El Dorado mediante el surgimiento de seis naciones (incluyendo a Panamá) de profunda vocación tercermundista, lo único que produjeron fueron catastróficas guerras fratricidas que convirtieron a sus habitantes, en hostiles e indeseables extranjeros los unos para con los otros. Latinoamérica, idéntica en territorio, mestizaje, lengua, religión y tercermundismo, es sin embargo un conglomerado de extranjeros (colombianos, panameños, bolivianos, etc.) que se ven de reojo, con desconfianza y resentimiento mutuo, atentos a erizarse en alharacas de guerras y escaramuzas bélicas a la menor provocación. Nuestra condición es en verdad lastimosa… y en mi opinión, irreversible.

El Parque Nacional Henri Pittier, ubicado principalmente en la vertiente sur de la Cordillera de la Costa, al frente del Estado Aragua, incluye una área de mil kilómetros cuadrados de dicha vertiente los cuales en su época prístina incluían todo tipo de vegetación, especialmente de la llamada selva húmeda así como “espectaculares bosques nublados y una abundante y variada flora y fauna sitio de residencia de 500 especies de aves” (Steven L. Hilty. Aves de Venezuela. Second Edition, Princeton University Press, 2003, p. 31).

Este libro de Hilty (no disponible en Venezuela!) es una verdadera Biblia ornitológica, una referencia indispensable para la identificación de las aves que logro fotografiar en los alrededores del Parque Nacional Henri Pittier. No solamente contiene una descripción de la totalidad de las 1,381 especies de aves conocidas en Venezuela sino que la mayoría de estas aparecen en 67 placas de realísticas ilustraciones a color.

Todavía no he hecho un recuento de cuantas especies he podido fotografiar al aire libre, quizás entre 50 ó 100 de las 500 especies que se supone pueden ser encontradas en esta zona (años atrás la revista National Geographic señaló al Parque Nacional Henri Pittier como un sitio especial para la observación de aves). Pero el lugar está decayendo rápidamente y la cantidad y variedad de animales que aquí viven disminuye de manera evidente. Algunas de las aves fotografiadas no las he vuelto a ver en por lo menos los dos últimos años.

Ni hablar de monos araguatos (aullador), venados, tigrillos y hasta cunaguaros (felinos un poco más grande que el tigrillo) que algunos vecinos recuerdan haber visto en los alrededores. Picures, que yo mismo pude ver y fotografiar, hace tres años que no vienen en busca de las papas cocidas que diariamente les poníamos en el jardín que colinda en la quebrada. Ardillas todavía hay, rabipelados casi no se ven como antes, cuando todavía podían tener su hogar en cuevas naturales de las grandes y numerosas piedras del patio, convenientemente alimentados con huevos de gallina colocados en las cercanías. Ratas y ratones, siguen abundando y con estos, alguna que otra mapanare que vive de ellos.

¿A dónde fueron o donde están ahora los araguatos, los perezosos, los cunaguaros, venados, cachicamos, picures, y otros? Fueron extinguidos a plomazo limpio de estos lares. Algunos pocos, ahuyentados por la pólvora y los incendios, quizás todavía sobrevivan en algún paraje profundo y escondido de los altos bosques nublados. Otros como los murciélagos, grandes y pequeños, así como los sapos y ranas, que hace unos tres o cuatro años atrás eran abundantes, ahora apenas se ven, de vez en cuando, baj0 la forma de uno que otro solitario ejemplar. Están en vías de extinción.

Ahora el territorio le pertenece al hombre, su machete y mechero y a sus perros asesinos (de iguanas, rabipelados y picures) y a ese otro criminal laxamente asociados con nosotros, el gato feral (devorador de huevos y pichones de aves, especialmente pollitos de guacharacas). Esto no significa que el hombre no pudiera compartir la naturaleza con el resto de sus componentes vivos e inertes. Pero requiere de hombres y mujeres que conozcan y amen a su patria (ciudadanos), porque estos, instintivamente, no solo van a respetar el ambiente sino que también harán esfuerzos para su preservación y crecimiento. Ir a: http://picasaweb.google.com/otobgil/HenriPittierIII#5310904164880849282

lunes, 2 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XIII)

Desafortunadamente ni el gobierno ni la jerarquía católica han mostrado interés en continuar el trabajo que falta por hacer a partir del año 1935. Desde esa fecha para acá todavía hay millones de registros asentados en libros de papel (civiles y eclesiásticos) en continuo e irreversible proceso de deterioro. Esta “apatía histórica” es otro síntoma cardinal de tercermundismo.

Asombroso como pueda parecer, las hemerotecas de importantes periódicos como El Siglo (Aragua) y El Carabobeño (Carabobo) son de papel, por cierto de la peor calidad (papel periódico). Por motivos de seguridad y comodidad al público interesado, todo ese material debería de estar registrado en microfilmes. Los microfilmes ocupan muy poco espacio y varias copias pueden estar en edificios o ciudades diferentes, en resguardo de eventualidades.

Nuestra indiferencia histórica nos hace perder también cantidades gigantescas de tradición oral. Importante porque la historia tiene su fundamento a partir de lo que refieren los testigos presenciales de los hechos, desde el General que ganó o perdió batallas, hasta el abuelito que en su juventud participó como soldado y todavía recuerda mucho de esos eventos y efemérides.

Por ejemplo, J. A. De Armas Chitty en su libro (Historia del Estado Guárico. Ediciones de la Presidencia de la República, 1982) refiere (P. 56) “En plena adolescencia, en 1922, oímos decir a los ancianos Florencio Medina, Juan José Bastidas y otros, todos nativos de Santa María, que el pueblo se inició en el sitio de Santa María la Vieja, por la Corona, donde hubo una aguada mucho después de la década del 30. Hubo también hacia Dividive, por Banco de Ipire, otras fundaciones en el comienzo.” Santa María de Ipire es matriculado como pueblo en el año de 1768 ¿Qué puede ser más trascendental en la vida de una comunidad que el nacimiento de un nuevo pueblo? Se inicia con 22 casas y 43 vecinos (Matrícula del Pbro. José Felipe Mora, Archivo Arquidiocesano, 1768, referencia mencionada en el libro de Chitty).

La siguiente es una historia que me fue referida por primera vez por mi padre, Horacio Galindo (Médico y Cirujano, escritor, pintor, pianista, político −Vicepresidente del Congreso Nacional de Guatemala durante la Presidencia del Dr. Juan José Arévalo− y extraordinario cuentista) y que de una manera muy especial está vinculada a mi familia y a la espaciosa casa de mis abuelos (que es como yo la recuerdo por haber vivido allí hasta la edad de tres años) en el pueblito de Huehuetenango:

“Ramiro y Miguel Ángel, dos de los hijos de Don Eustaquio Herrera y su esposa Doña Juanita, fueron a estudiar medicina a Chile. Miguel Ángel tras graduarse se radicó permanentemente en ese país, pero Ramiro regresó en 1922, como médico bacteriólogo. De Chile trajo semillas de un árbol típico de allá, la jacaranda (o jacarandá, árbol bignoniáceo, de flores moradas en forma de campana). Pero como el patio de su casa no era lo suficientemente grande, Doña Juanita le regaló las semillas a mi abuela Ceferina quien las sembró en el patio de su casa. Allí crecieron dos jacarandas frondosísimas que a los dos años, ya se habían cubierto totalmente de flores.

“En 1927 mi tío Rafael y mi papá Horacio fueron a la capital de la república y le llevaron semillas de esos árboles a Don Ulises Rojas, conocido botánico guatemalteco, quien se dio a la tarea de sembrarlas en los parques y avenidas de la ciudad, particularmente la llamada Avenida del Hipódromo y la Avenida del Reformador. Con el tiempo las semillas fueron llevadas a otros sitios y en la actualidad, las jacarandas son ampliamente apreciadas y adornan muchas de las plazas y avenidas del país.

“Un detalle interesante de la jacaranda es que es un árbol muy difícil de pintar (mi papá era pintor aficionado y tenía muchos amigos pintores, en especial los maestros Don Carlos Rigalt y Don Humberto Garavito). El maestro Garavito, indudablemente el mejor pintor que ha tenido Guatemala (click aqui), era de la opinión que tal tarea era imposible”
(ver foto en http://www.mthelenavet.com.au/images/story/jacaranda.jpg, también en http://www.photographersdirect.com/stockimages/j/jacaranda_trees.asp, vistas de avenidas)

De muchacho recuerdo ir con otros amigos a jugar béisbol al llamado Hipódromo (no tenía nada de hípico). Cuando las jacarandas estaban floreando, nos gustaba succionar la deliciosa miel de las tubulares campanitas moradas regadas por todos lados. En esos días yo no conocía que esos luminosos árboles estaban tan estrechamente vinculados a mi familia. Ahora esa información me llena de tranquila satisfacción y orgullo.

Infinidad de pequeños bloques como esos también sirven para levantar el gran edificio de la patria.

domingo, 1 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XII)


Me voy a permitir tomar como ejemplo el remoto pueblito llamado Huehuetenango (Guatemala), en las serranías de los Cuchumatanes, frío, neblinoso y poblado de pinos. De esa humilde parcela humana, mayormente formada por indígenas de la tribu Quiché y Mam, existen 31 rollos de microfilmes de las páginas de registros parroquiales desde 1819 y civiles desde 1877, relacionados con nacimientos, matrimonios y defunciones hasta 1930. Allí encontré la fecha de nacimiento (y de bautismo) de mi abuela y bisabuelos, fecha de matrimonio con mi abuelo (nacido en San Caralampio, Chiapas, México) y posteriormente nacimiento de siete hijos incluyendo mi padre Horacio. Una complicada red de conexiones locales me unen con cuatro familias del pueblo (Herrarte, Villatoro, Castillo y Aguirre). Arriba y a la izquierda: Mi persona (dos años de edad, 1937) y a mi izquierda, mi primo Lionel Àlvarez, en Huehuetenango.

Utilizando el software mormón (Personal Ancestral File, que puede bajarse sin costo desde http://www.familysearch.org/eng/default.asp) es posible organizar toda la información y construir un árbol genealógico en cualquiera de sus modalidades, no importando la cantidad de nombres que se tenga y realizar sofisticadas búsquedas de los datos recolectados y llevar a cabo transaccciones por Internet mediante el protocolo GEDCOM, internacionalmente aceptado para permitir intercambiar datos con otras personas aun cuando estas estén usando programas genealógicos diferentes.

Pero eso no es todo: Este programa de rescate genealógico de la iglesia mormona también microfilma, con permiso del autor, libros que tengan que ver con la historia de pueblos y ciudades. De esta manera obtuve dos importantes (para mí) libros sobre la historia, geografía y familias de Huehuetenango. Uno, de Don Rubén Rivas Alvarado (Ensayo Autobiografico) y el otro de Don Adrián Recinos (Monografia del Departamento de Huehuetenango) lo que ha permitido dar algo de cuerpo y personalidad a varios familiares de las cuales solo tenía escuetos registros vitales.

Varios investigadores de la especialidad han buscado información en el Centro de Historia Familiar (FHC) de Maracay e inclusive han contribuido donando libros escritos por ellos relacionado con la historia de la región (el Dr. Germán Fleitas Núñez, abogado, connotado historiador, escritor y genealogista, nacido en La Victoria y el Profesor Oldman Botello, periodista, autor de numerosos libros, Cronista de Maracay, natural de Villa de Cura). Pero en general el interés del público venezolano es bajísimo. Haga click en FHC.

Esto ciertamente contrasta con la enorme popularidad que la historia familiar (genealogía) ha mantenido en los países del primer mundo, lugares en donde existen cientos de sociedades genealógicas y sitio de publicación de gran número de exitosos libros especializados en la materia.

Este interés por los antepasados y su historia dista de ser una novedad reciente. El primer libro de la Biblia (Génesis) en el Capítulo 5 hace un esfuerzo por presentar la descendencia de Adán y Eva (Set, Enós, Cainán para arribar, tras el progreso de varias generaciones, al mismo Noé, famoso por su confrontación con el Diluvio Terrenal. Para entonces Noé ya había engendrado a Sem, a Cam y a Jafet. El primero, antecesor de los persas, asirios, caldeos, armenios, sirios (el no menos famoso Abraham sale de Ur de los Caldeos). El segundo (Cam) es antecesor de los pueblos de África y Arabia. Del tercero (Jafet) vendrán los galos, bretones, germanos, rusos, griegos, romanos. La genealogia de Jesucristo en mostrada con gran detalle, tanto partiendo de Maria como de Jose, en ambos casos convergiendo en el Rey David.

Otro notable ejemplo:
“De un solo tronco se originaron estos reinos, cuando comenzó a brillar el sol, al principio de la luz:
Balam-Acab, primer abuelo y padre.
Qoacul y Qoacutec, la segunda generación.
Cochahuh y Cotzibahá, la tercera generación…
Siguen los nombres y en la duodécima generación se llega a:
Don Cristóval, así llamado, que reinó en tiempo de los castellanos”
Esta genealogía y muchas más se encuentran en el Popol Vuh, libro de las antiguas historias del Quiché. Es clara la gran importancia que los Mayas daban también al estudio y registro de las descendencias familiares.

No importa que pensemos que estas concatenaciones son meras leyendas y que los mencionados personajes realmente nunca existieron. El punto a destacar es el esfuerzo de los antiguos en crear registros de relaciones familiares y la intención de preservarlas para generaciones futuras. La idea no declarada es que aun cuando estas líneas genealógicas corresponden a grupos selectos (por virtud de liderazgo o alcurnia real) lo admirable es que cualquiera, con suficiente esfuerzo y determinación podría llegar a conectarse con ellas.

Porque la misma sangre de hombres y mujeres hace rato convertidos en polvo fluye por nuestras venas: “Somos los hijos de muchos progenitores, y cada gota de nuestra sangre está conectada con una multitud de ancestros” (Ralph Waldo Emerson, citado por William A. Roskey. How to Trace your Family Tree. American Genealogical Research Institute staff, Doubleday, 1973).

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XI)


No existe pues en nuestro medio, por falta de adecuada enseñanza y consiguiente pérdida de cultura cívica, un aprecio por los pocos reservorios que aun quedan de nuestro pasado. Como tal estos nichos históricos van perdiendo su contenido de manera rápida, sostenida e irreversible: Libros, documentos, objetos (la famosa Venus de Tacarigua, hace años que fue robada del Museo Antropológico de Maracay, en su lugar se exhibe una réplica), edificios, registros, fotografías, pinturas, actas, testigos y muchos más. Arriba una reproducciòn de dicha venus aunque mejor pudiera llamarse Adonis, por sus caracterìsticas masculinas. Para ver la versiòn femenina click femenina.

Un ejemplo dramático pero que ha tenido un desenlace feliz son los miles de libros de registros eclesiásticos o parroquiales (que datan del siglo XVIII) y registros civiles (iniciados a mediados del siglo XIX) conteniendo datos (nombres, lugares, fechas, testigos, oficiantes, parientes) de nacimientos, matrimonios y defunciones de la población venezolana. Hay que visitar los locales donde se albergan y manejan estos registros para enterarse del descuido y abandono en que se encuentran esos preciosos libros históricos, muchos arrumados en cualquier rincón, a veces carcomidos por las plagas o echados a perder por la humedad y aun las filtraciones del agua de lluvia, mutilaciones y también casos de incendios de oficinas con destrucción de todo el material. Estos libros contienen la genealogía individual de cada uno de nosotros, con todos los vínculos familiares que fueron establecidos y que culminaron con nuestra propia existencia: Padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tíos y tías, primos, primas y parientes de varias generaciones atrás.

Mucho se ha perdido pero la degradación física de este material se contuvo (en el punto en que se encontraba) merced a la providencial intervención de un programa de microfilmado de estos registros llevado a cabo a todo lo largo y ancho del país, desde los inicios de estas anotaciones (a mediados de 1700) hasta el año de 1935. Esto también incluyó al resto de los países de Latinoamérica. El programa es auspiciado por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) y se llevó a cabo con la aprobación del gobierno nacional y de las autoridades eclesiásticas correspondientes.

En Venezuela, únicamente en el estado Carabobo, por disposición expresa de Monseñor Uroza, no se había permitido la microfilmación de sus libros eclesiásticos. Finalmente después de varios años de impasse, los libros se abrieron al proceso pero solo después de una “sugerencia” directa del nuevo prelado de Roma, el Papa Benedicto XVI. Esto pone en evidencia la importancia global de este programa de rescate genealógico. Porque con esto, millones de esos nombres ya no terminarán, por destrucción de los escritos asentados, en el olvido total. Ahora están asegurados y algún día quizás alguien los irá a buscar.

Este programa tiene otras importantes características: Primero, es gratuito. Ni los gobiernos ni la iglesia católica tuvieron que hacer ningún tipo de pago o inversión para su implementación. Segundo, tanto el gobierno como la iglesia católica, reciben una copia en microfilme de todo el trabajo realizado (gratuitamente por supuesto). Tercero, copias adicionales se guardan en bóvedas especialmente construidas dentro de una montaña de granito en Lago Salado (Utah, USA), en donde la temperatura, la humedad, flujo de aire y otros parámetros se mantienen de manera óptima para la preservación de los millones de microfilmes allí almacenados. Finalmente existen en todos los países unidades de trabajo especiales (Centros de Historia Familiar) donde cualquier persona puede solicitar el microfilme de su pueblo o ciudad, por año y por tipo de registro (nacimientos, matrimonios, defunciones) y estudiarlo usando las lectoras de microfilme del centro. El servicio también es gratuito y se lleva a cabo en un ambiente libre de proselitismo religioso.

sábado, 21 de febrero de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (X)

Estos íconos patrios pueden consistir en “objetos físicos participantes” de varios de sus momentos históricos o hechos heroicos, tales que se les considere decisivos en la vida de la patria. Algunos son estructuras, terrenos, documentos autógrafos y hasta grandes leyendas edificadoras. Quizás se trate del sitio de nacimiento de algún personaje significativo o el campo donde se libró alguna gloriosa batalla.

La gran mayoría de estos nobles objetos representa instancias específicas o puntuales del desarrollo de la patria. De todas maneras los ciudadanos los guardan reverentemente porque son fragmentos tangibles de la patria que aman.

Sin embargo, en raras e inusitadas instancias, un objeto por sí solo pudiera contener la representación absoluta y completa de la patria. Tal es el caso de la espada de Simón Bolívar. Esta espada (o espadas, no importa cuantas con tal que hayan sido empuñadas por el Libertador) representan de principio a fin la gloriosa gesta independentista liderizada por el gran Templario Secular de América.

Esto tendría que ser para nosotros de gran valor porque estamos escasos de auténticos materiales históricos, sea porque se han extraviado (el documento original de la declaración de la independencia) o porque se les ha tomado a menos (por ejemplo la constitución, de la cual hemos tenido cerca de veintiséis versiones diferentes, todas vigentes en su momento y moribundas con la llegada de cada nuevo madrugonazo, cuartelazo y su caudillo correspondiente).

Además este objeto (La Espada) adquiere particular vigencia en vista de que la patria, como entidad que debiera estar fuertemente enraizada en la sagrada custodia del corazón de los individuos, ha decaído y degenerado para convertirse en grotesco patrioterismo, cuya esencia es estrictamente superficial y externa: gestos y poses. El patrioterismo está enraizado en taguaras, balcones, desfiles y plazas.

Pero es que ni siquiera la última recomendación final del Libertador, emitida al Congreso de Colombia el 20 de Enero de 1830, a menos de once meses de su muerte, tuvo el resultado que nos suplicaba: “Permitiréis que mi último acto sea recomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de bendiciones del cielo”.

Tristemente y al igual a lo que sucedió con la patria, nuestra creencia principal también degeneró y es ahora más superstición que religión: Velas, rezos, imágenes… mayormente alrededor de José Gregorio Hernández, María Lionza, Guaicaipuro y, en obscuras laderas y quebradas, hasta del mismísimo Mandinga. Nadie lee ni analiza las escrituras; poquísimos comprenden lo que significa ser cristiano (¿No mentir, no codiciar, honrar a nuestros padres? ¿Honrar a Dios todos los domingos, no matar, no desear la mujer del prójimo? ¿No adorar imágenes? ¿No usar el nombre de Dios en vano?)

Por último, ¿Qué fue del cúmulo de enseñanzas y admoniciones que nos dejó Simón Bolívar? ¿Qué quedó de sus veinte años de consagración a la patria? A juzgar por nuestras interminables guerras, golpes de estado, cuartelazos y asonadas, del continuo desorden social, de la desunión y del constante sufrimiento humano acaecido sin interrupción en los 179 años transcurridos desde su muerte, uno puede afirmar que el maligno fuego fratricida de esos años redujo a cenizas estas enseñanzas y que el galopar de las salvajes montoneras (de ayer y de hoy) terminó dispersándolas al viento hasta no dejar rastro de ellas. Lo que vemos ahora son estatuas ecuestres, ofrendas florales, discursos, gritos destemplados.

Por eso es que aun cuando a toda hora su nombre es llevado de aquí para allá, “como bandera tras la cual quien la empuña busca u oculta algo” la persona del Libertador se hace cada vez más distante y su voz y mensaje se desvanecen y apagan en medio del vulgar estruendo de nuestras diatribas y diarias transacciones mundanales. El personaje hace rato que nos parece más bien un mito que una realidad (porque no dejó huella… o si la dejó, ¿Dónde está?). Igual fenómeno ha ocurrido con Jesucristo y aun también con el mismísimo Don Quijote.

Pero la presencia de la Espada hace trizas la idea de un Libertador mitológico, de la misma manera que la Biblia reafirma la existencia del Ungido y también, ¿porqué no? el libro de Cervantes le da vida al hidalgo Quijana (mejor conocido como Don Quijote de la Mancha). Pendejos si. Personajes mitológicos… jamás.

[“Un Miembro de la Orden de los Templarios es un valeroso caballero con todos sus flancos asegurados, ya que su alma está protegida por la armadura de la fe, de la misma manera que su cuerpo está protegido por una armadura de acero. Así, doblemente armado, no le teme ni al demonio ni a los hombres.”]
Bernard de Clairvaux, c. 1135, De Laude Novae Militae—In Praise of the New Knighthood.

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (IX)

Según se propuso en boletines anteriores, La patria es el espíritu del país y es lo que define y ennoblece, a los ojos del mundo, las manifestaciones de la nación. (Ir a: http://rectorgalindoutm.blogspot.com/2008/12/boletn-especial-el-libertador-simn_31.html)

El espíritu del país (la patria) debería residir en la mente de cada habitante y formar allí un equilibrado complejo de racionalidades y emociones. Este es un proceso paulatino que se extiende a lo largo de la vida del individuo a medida que el mismo se esfuerza primero por conocer, entender y apreciar la historia (tanto de sus antepasados y próceres de la patria como la historia presente que le toca vivir y también labrar) y segundo por reconocer, entender y apreciar la importancia de las leyes naturales que rigen el entorno físico del territorio nacional. “Los hombres deben prepararse” —dijo Simón Rodríguez— “si quieren obtener el goce de la ciudadanía”.

Este proceso es el que transforma al habitante de un país en ciudadano. Una mayoría de ciudadanos así enaltecidos, crean una gran patria en cualquier país.

Los que a pesar de tener suficiente capacidad para adquirir ciudadanía, ignoran la historia y no tienen escrúpulos en destruir los recursos naturales, no son ciudadanos porque no les interesa conocer la patria y en consecuencia son incapaces de amarla. Estos son los nacionales apátridas (Ir a: http://rectorgalindoutm.blogspot.com/search/label/nacionales%20ap%C3%A0tridas )

De igual manera, pero sin que sea su culpa, las masas paupérrimas tampoco tienen patria, no la conocen. ¿Cómo pueden conocerla si su prioridad es sobrevivir día tras día? El presente grita, dicen, la historia susurra.

Tristemente, la patria no es inmortal y puede ser destruida. Sin embargo ni la guerra más cruenta, ni las epidemias más diezmantes ni las mayores catástrofes naturales pueden lastimarla en lo más mínimo.

La patria solo puede ser destruida por esa infernal maquinaria de mediocridad y violencia que se llama Darwinismo social. Este proceso actúa como un cáncer interno dispersando metástasis mortales a todos los órganos esenciales del país, a todas sus instituciones, dependencias administrativas y cuerpos deliberantes, a los centros de educación, a la prensa, a sus centros religiosos. El resultado es el tercermundismo y el montón de sus nacionales apátridas (Ir a:
http://rectorgalindoutm.blogspot.com/2008/08/darwinismo-social-y-tercermundismo-en.html
Al igual que el alma (independientemente de la idea que se tenga o no se tanga de la misma) la patria, como entidad inmaterial, no puede ser descubierta o analizada mediante procedimientos experimentales de las ciencias naturales. Pero como veremos enseguida, existen elementos concretos que testifican y son prueba de su existencia. Estos son los íconos de la patria.

viernes, 6 de febrero de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (VIII)

Veinte años después de la muerte del Libertador, la Gran Colombia hacía rato que había dejado de existir, su cuerpo desmembrado sin miramientos y los restos en posesión de la jauría. El destino que le espera a esos cinco pedazos de territorio, tras ganar su “otra independencia”, va ser horroroso, fratricida, caótico y la situación de los mestizos e indígenas que componen la mayoría de sus pueblos, iba a ser de miseria, sufrimiento y explotación. Este cuadro, incluyendo una política de exterminio y genocidio de las tribus indígenas, irá de mal en peor, día a día hasta la fecha.

El Sol de Junín, el más Grande Hombre jamás parido en nuestra América, el Libertador Simón Bolívar, tenía más de 20 años de haber muerto cuando, según lo describe Arturo Uslar Pietri, en medio de la noche helada del deslumbrante altiplano andino, en el Pueblo de Azángaro cerca del lago Titicaca, un distinguido viajero francés busca posada inútilmente entre las cerradas casas de la aldea. Finalmente se detienen a la puerta de un tenducho por donde asomaba la temblorosa luz de una vela. El arriero habló con el dueño que se divisaba detrás del mostrador. Era un viejo de cabeza blanca de más de ochenta años, fuerte contextura y cubierto de un sucio poncho amarillo. Invitó al francés a entrar.

Pasaron a la trastienda que “parecía servir a la vez de cocina, de laboratorio y de alcoba”. Una india acurrucada ante el fuego preparaba la cena. El recién llegado fue descubriendo en sucesivas sorpresas la personalidad de aquel extraordinario posadero, que poco a poco comenzaba a hablarle con toda naturalidad en francés.

Hablaron de historia, de arqueología, de ciencias naturales, mientras comían una magra cecina. Le cuenta las cosas más tristes y las más brillantes de su vida y algunas las adultera como con el inconsciente propósito de escaparse de la realidad.

“Cansado de vagar de una ciudad en otra, llegó al fin el día en que me establecí en Azángaro, donde comencé a fabricar velas de sebo: la que nos alumbra es obra mía… ya me queda poca vida, ¿De qué me serviría persistir en una quimera irrealizable, rodeándome de cuidados?”.

Pero tampoco se queda allí —continua narrando Uslar Pietri— No quiere detenerse ni para morir. En 1854, este viejo tendero, cuyo nombre era Simón Rodríguez, el maestro, amigo y compañero de viaje de Simón Bolívar, cierra los ojos en el pueblo de San Nicolás de Amotape.

Lo más de su obra queda inédito. Había hecho todo lo posible por publicarla. Temía “dejar de un día para otro un baúl lleno de documentos e ideas para pasto de algún gacetero”. Aquel baúl, (lleno de historia), después de rodar como su dueño, vino a parar a Guayaquil. Allí se estuvieron haciendo gestiones ante el Gobierno ecuatoriano para lograr la publicación de los manuscritos, hasta que en 1896 (¡cuarenta y dos años después de la muerte de Simón Rodríguez!), el incendio trágico que destruyó la ciudad los redujo a pavesas (Arturo Uslar Pietri, Letras y Hombres de Venezuela. Monte Ávila, Caracas, 1993, p. 81)

Con esto la llama de la patria se apagaba para siempre. Porque bien pudiera ser que todavía ande por aquí y por allá, ¿pero donde?

De esta manera, la amenaza de Rodriguez de guardar silencio parece haberse hecho realidad ese fatidico año de 1896: Rodrìguez en 1837 le escribe a un amigo "Ya Usted sabe: yo, ni insto, ni apelo ni emprendo justificarme; con paciencia lo compongo todo y mi venganza es el silencio..." (Josè Gil Fortul, Historia Constitucional de Venezuela, 3a Edicion revisada, Editorial "Las Novedades", MCMXLII, p. 292).

En el Siglo XVI, el gran poeta español Don Luis de Góngora y Argote escribió el siguiente soneto, el cual como no tiene nombre yo titulo “Patria”:

De pura honestidad templo sagrado,
Cuyo bello cimiento y gentil muro
De blanco nácar y alabastro duro
Fue por divina mano fabricado;

Pequeña puerta de coral preciado,
Claras lumbreras de mirar seguro,
Que a la esmeralda fina el verde puro
Habéis para viriles usurpado;

Soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
Al claro Sol, en cuanto en torno gira,
Ornan de luz, coronan de belleza;

Ídolo bello, a quien humilde adoro,
Oye piadoso al que por ti suspira,
Tus himnos canta, y tus virtudes reza.

(Luis de Góngora, Poesías Selectas. Rodesia, España, 2001, p. 9)