domingo, 29 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XX)

c) Consideremos finalmente, los problemas causados por la maldad de los hombres (consideraciones a y b dos boletines atràs):

Cuando el Padre Teherán todavía dirigía la construcción de este gran proyecto, un grupo de malhechores capitaneados por Justo Rufino Barrios y Serapio Cruz (alias “Tatalapo”), estacionados en el estado de Chiapas (que tiene frontera común con el Departamento de Huehuetenango) se dieron a la tarea de llevar a cabo incursiones armadas de saqueo y matanzas, sobre distintos puntos (caseríos y aldeas) del Departamento de Huehuetenango. Su meta era apoderarse de la zona y, con la ayuda de su “Excelencia Serenísima” Agustín I Emperador (autonombrado) de México, organizar un ejército con el cual derrocar militarmente al gobierno de Guatemala.

Sin embargo las tropas acantonadas en la guarnición de Huehuetenango, bajo el comando del Capitán Aquilino Gómez Calonge, Corregidor del Departamento, se las arreglaba para repeler todos los asaltos que los facciosos de Barrios y Cruz intentaban contra la aldea.

Pero era de esperarse que dada la frecuencia de los ataques y la audacia y extrema crueldad exhibida por los agresores, la región se encontrara para el año de 1869, en un estado de permanente intranquilidad y zozobra hasta el punto de que en ocasiones, cuando se sabía de la proximidad de los bandoleros en cuestión, la población buscaba refugio en las montañas y toda actividad cesaba en la aldea. El propio Padre Teherán fue asaltado en una oportunidad por los forajidos de Cruz, habiéndolo despojado de 500 pesos que tenía destinados para la compra de materiales de construcción.

Para el mes de noviembre de 1869, y quizás debido a las noticias y rumores procedentes de México sobre posibles movimientos de las fuerzas armadas de Barrios, la tensión y alarma se había incrementado significativamente en el pueblo. A pesar de ello, los trabajos de construcción del templo continuaban. El nerviosismo estaba justificado: el 5 de diciembre, los insurrectos, en número que se calculó sobrepasaba los mil individuos irrumpieron en el departamento. Algunas partidas numerosas de estos forajidos, cabalgando por las serranías cercanas y a la vista de todos, hacían grandes alardes de fuerza vociferando y haciendo tiros al aire.

Porque era el caso que esta vez, el traidor Barrios se había comprometido con el “Emperador” Agustín I de México a cumplir, de salir triunfante, varios ignominiosos convenios en detrimento del país, a cambio de recibir un número suficiente de fusiles, de los más efectivos que se conocía entonces, (Rémington 63, de retrocarga, capaz de hacer quince disparos en un minuto) y otros elementos con los que los sediciosos intentarían derrocar al Mariscal Cruz y adueñarse por la fuerza del solio presidencial.

Así equipados, estas montoneras se habían acantonado en un pueblito vecino (Chiantla) y desde allí, mediante mensajeros y bajo terribles amenazas, exigieron la rendición de la guarnición de Huehuetenango.

Pero el Corregidor del departamento, Capitán Gómez Calonge no se arredró. “A toque de clarín −escribe Horacio− convocó a todos los milicianos de los alrededores, cavó trincheras a uno y otro lado de la plaza y puso a sus mejores tiradores sobre las estructuras y andamios de la incipiente construcción, con órdenes de disparar desde allí, de preferencia, a los jefes que él con el resto de la guarnición se ocuparía de los seguidores”.

Horacio continúa: “Justo Rufino Barrios había cambiado. Ya no era el vagabundo que mi abuelo conoció en Chiapas, cuando andaba en alpargatas con una cachucha de obrero, jugando “la taba” entre un grupo de caleros (donde probablemente también estaba el mencionado abuelo) en el atrio de Santo Domingo. Porque de la noche a la mañana había aparecido jinete en un caballo de gran alzada y cocidas a las mangas de su chaquetilla charra y de largos flecos que siempre usaría mientras guerreaba (y con la que falleció años después cuando uno de sus soldados le diera un tiro por la espalda en Chalchuapa) cosidas, digo, sobre aquellas mangas de cuero pardo, las cuatro barras doradas del grado de General; rango que desde luego acababa de otorgarle la Academia Militar de su fantasía”.

viernes, 27 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XIX)

Una vez decidido el proyecto en su mente y corazón, el Padre Teherán se lo presentó a la humilde feligresía, probablemente mediante un sermón dominical, que al día siguiente ya había rendido su primer fruto: un donativo anónimo de arena que apareció frente a la humilde iglesia. Después de esto los vecinos empezaron a transportar rocas, piedras de cal y a donar sus pequeños ahorros.

Pero lo más importante fue la masiva mano de obra voluntaria que se ofreció a trabajar, organizándose en turnos diarios rotativos para que los improvisados obreros no descuidaran sus labores agrícolas.

Esto último fue lo que hizo posible iniciar y terminar el proyecto, porque esas manos rudas y callosas, no eran unas manos cualesquiera, eran manos que traían el soberbio potencial heredado de antepasados que siglos antes habían levantado con exactitud arquitectónica, precisión astronómica y rigurosidad teológica los fastuosos templos de Zaculeu y Palenque.

Con estos expertos Maya y Mam, Brigham Young (mencionado en la entrega anterior) hubiera podido construir su templo en cuatro años o menos, en vez de los cuarenta y tantos que les tomó. Pero es que además, según el libro de Mormón, estos calificados trabajadores eran los descendientes de viejas tribus lamanitas y nefitas, lo que quizás explique porqué cuando esta catedral católica estuvo en gran peligro, fueron los mormones del pueblo los primeros en correr, instintivamente, en su auxilio.

La magnitud de la obra puede apreciarse viendo la estructura tal y como existe en la actualidad, su aspecto exterior (haga clic aquí) y después su imponente interior (Haga clic aquí).

El primer sitio Web incluye además una excelente colección de fotos de Huehuetenango, sus paisajes y un grupo de fotos de las famosas Ruinas de Zaculeu.

Desafortunadamente y cuando la labor andaba ya casi a medio camino, una serie de terribles eventos (siguiente entrada) asolaron al pueblito paralizando la construcción. Los responsables ultrajaron y humillaron de una manera brutal la frágil humanidad del Padre Teherán, dejándolo tan quebrantado, física y emocionalmente, que tuvo que ser llevado de vuelta a la ciudad Capital donde falleció sin haber podido dedicar este templo, como era su ferviente deseo, y sin siquiera haberlo visto terminado.

La labor de liderizar la reanudación de los trabajos, tan difícil o aun mayor que la emprendida por el anciano Padre Teherán, recayó ahora sobre el Padre Don Manuel Salvador Castañeda y Muñoz, oriundo del propio Huehuetenango. Más difícil quizás porque de él fue la decisión de ampliar los campanarios para acomodar hasta ocho campanas en total y también porque probablemente suya fue la idea de crear las naves procesionales y cubrir la nave principal con una bóveda de medio cañón en vez de poner un techo de mampostería como originalmente se había planificado. Aparejado a esto aparecieron los arcos romanos de ladrillo, cuya construcción tomó año y medio de minuciosa labor.

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XVIII)

La edificación de la catedral fue un acto de heroísmo, increíble audacia e inquebrantable fe por parte de la pequeña comunidad de la aldea que era entonces Huehuetenango. Fue un esfuerzo muy superior al realizado por los pioneros mormones (sin pretender minimizar la odisea de este excepcional grupo religioso) quienes en 1847 iniciaron la construcción de su propio templo el cual no verían terminado sino 46 años después. La ventaja que “teóricamente” tenía el Profeta Brigham Young, mientras liderizaba el desarrollo del territorio de Utah, era poder utilizar en la construcción de su templo a un equipo de técnico de primera, todos inmigrantes europeos (carpinteros, herreros, albañiles, vitralistas, talladores de canteras, ebanistas y otros).

En cambio, el anciano cura Don Juan Bautista de Teherán de Huehuetenango solo contaba con un puñado de humildes indios sembradores de maíz, cuidadores de gallinas y arreadores de cabras. Más adelante veremos que este santo varón no hubiera podido encontrar en ninguna parte de América un contingente de hombres y mujeres mejor capacitados para la tarea. Iguales sin duda, mejores no.

La construcción de la Catedral de Huehuetenango puede catalogarse como verdaderamente milagrosa, entendiéndose esto como un esfuerzo de tan excepcional magnitud impulsado por la fe, que en algún momento la mano divina tendría que intervenir en reconocimiento de esa demostración. O si se prefiere, como un tenaz esfuerzo realizado en condiciones y circunstancias tan imposibles que en teoría no podía tener éxito pero que al final, inexplicablemente, lo tuvo y por si solo.

a) Considerese en primer lugar, el problema de las severas limitaciones materiales de la localidad:

Hacia el año 1850 la ciudad de Huehuetenango era una pequeña y empobrecida aldea de 120 viviendas, todas de un solo piso, construidas de adobe y con techos de paja, alineadas frente a las calles y avenidas que se desprendían de las cuatro esquinas del rectángulo de la plaza central (plaza de armas). Esta plaza medía 50 varas españolas por lado (41.8 metros) y estaba rodeada de cuatro portales de un solo piso, provistos de pilares de madera y tejados de barro donde tenían residencia algunos modestos negocios, la guarnición local y la Municipalidad. En la mitad de la plaza había una pila con cuatro chorros que era el abastecimienjto de agua potable de la pequeña comunidad.

b) Sobre el fondo anterior, considerese ahora el problema del proyecto mismo, tal y cual fue conjeturado por su cura párroco:

La iglesia existente, lugar de reuniones de la feligresía, era una especie de bodegón sombrío con techo de paja. Evidentemente un sitial inapropiado para albergar los santos emblemas. El Padre Teheran, como párroco de la humilde comunidad, sintió que aquello tenía que cambiar.

Pero la visión de la estructura que forjó en su mente (considerando lo dicho sobre las pauperrimas y primitivas condiciones de su parroquia) más parecía la elucubración de una mente senil que un proyecto práctico realizable: Una imponente catedral con dos campanarios y respectivas campanas, una nave central cubierta por una bóveda de medio cañón, asentada sobre siete arcos romanos a ambos lados para absorber la presión de arriba abajo de la bóveda y a los lados de los arcos, dos naves laterales o procesionales cuyos techos no iban a estar simplemente apoyados sobre las paredes laterales sino articuladas a ellas a manera de disimulados contrafuertes, para disipar así la enorme presión de adentro afuera que la pesada bóveda habría de generar.

El presbiterio (sitio donde está el altar mayor) estaría bordeado a los lados por gruesas paredes curvas de granito, las cuales servirían para sostener el gran tambor de concreto (cimborrio) sobre el cual se asentaría la cúpula. Atrás del presbiterio, el coro, donde habría de instalarse un órgano de tubos.

martes, 24 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XVII)

Es lógico entonces que en ausencia de una historia nacional relevante, se haga inevitable que la población, o por lo menos un sector de esta, empiece, de manera gradual, a hilvanar su propia historia tomando como punto de partida las tradiciones y leyendas locales. Como estas ya surgen íntimamente ligadas a la región o comarca base del sustento y sitio de residencia de esa comunidad o pueblo (el terruño), es también inevitable que esto ha de sembrar en un sector de esa comunidad, una semilla especial que al ser cuidada con esmero, con el tiempo germinará para producir una sensación de orgullo local por lo propio, un respeto profundo por las pequeñas raíces que dieron lugar a lo que somos, visión de futuro y determinación de defender lo nuestro, cual es la patria chica.

A mi manera de ver, esto mismo era lo que ocurría en el Huehuetenango de mis abuelos y de Horacio mi padre. Porque Guatemala, como el resto de Latinoamérica, es un país sin heroísmos, con un pasado que más bien fuera preferible olvidar, empezando porque ha tenido dos independencias (de España en 1821 y de México en 1823, habiendo en este último conflicto perdido ilegalmente el enorme estado de Chiapas, una pérdida territorial significativa en relación a lo que conformaba la Capitanía General de Guatemala hasta 1824), sin poder dejar de recordar que fue bajo el control dictatorial del analfabeta Rafael Carrera (que gobernó por 30 años hasta su muerte en 1865) que se promovió la disolución de la Federación de las Provincias Unidas de Centroamérica con el subsecuente parto pre término de cinco endebles y enguerrillados mini-países todos de vocación profundamente tercermundista y en constante terapia intensiva económica; siendo que además esta es una historia repleta de golpes de estado, crueles gobiernos dictatoriales y una guerra civil de 30 años que dejó 200,000 muertos, indígenas en su gran mayoría, la cual quizás no haya terminado todavía. ¿Quién puede estar orgulloso de esto?

(Cierto que Latinoamérica ha tenido dos o tres momentos históricos que fulguraron como supernovas e iluminaron brevemente su negro firmamento: Simón Bolívar, José de San Martín y el cura Hidalgo. Pero nadie quiso verlos y se extinguieron sin dejar rastro como no sea una multitud de estatuas ecuestres y una cantidad de primitivos murales de brocha gorda).

No debe concluirse, en vista de las entradas anteriores de este blog, que las susodichas tradiciones y leyendas de fantasmas y similares, incluyendo la participación en estas de varios conocidos personajes de la comarca, sean los únicos hechos memorables a registrar. Empezando porque La Llorona, El Cadejo, La Siguanaba, El Sombrerón y otros son personajes comunes del folclor de otros países latinoamericanos y esto muy a pesar de que “tales larvas −como dice Horacio− han tomado en el Departamento carta de ciudadanía, al extremo de reconocérseles como auténticos huehuetecos”.

La realidad es que en Huehuetenango (para insistir en este sitio en particular) existe un cierto número de nobles e inspiradoras historias que han enaltecido y llenado de justo orgullo a muchos de sus pobladores. Una de estas se relaciona con la construcción de su catedral, la cual dentro de 15 años (en el año 2024) cumplirá siglo y medio de terminada.

Años atrás e inspirado por la proximidad de una fecha aniversaria de la construcción de su catedral, la cual en 1974 habría de cumplir cien años de haber sido consagrada como tal, Horacio escribió uno de sus mejores libros. En él y tras minuciosas investigaciones de antiguos y maltratados folios locales, dejó plasmada la dramática historia de su construcción (Horacio Galindo Castillo. La Catedral, 8 de Diciembre de 1984-1974, segunda edición, Editorial Josmat, Guatemala).

Esta es la fuente de información usada en la descripción que sigue, sin duda un apretado compendio de ese extraordinario evento y de otros eventos históricos relacionados con este respetable y sagrado monumento. Esto nos permitirá ver la mortífera colisión entre la historia noble y altruista, levantada por unos pocos y pacíficos héroes (el Padre Juan Bautista de Teherán, el Padre Manuel Vicente Castañeda y Muñoz y el pueblo de Huehuetenango) y la historia burda y egoísta creada a la medida de violentos e inescrupulosos caudillos (Justo Rufino Barrios, Serapio Cruz y sus mercenarios) surgidos de las entrañas mismas del Darwinismo social. El primero de estos, fatalmente destinado para causarle irreparables daños a la nación.

Este enfrentamiento entre las fuerzas del bien y el mal, donde el mal a la postre siempre prevalece, es el rutinario tema de fondo de la historia Latinoamericana.

martes, 17 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XVI)

Durante los años de su niñez Horacio vivió enteramente en Huehuetenango. Pero en ese tiempo la educación formal del pueblo terminaba con la primaria. Los que deseaban estudiar secundaria (mi papá era uno de esos) tenían que viajar y residenciarse durante el año escolar en Quetzaltenango, una ciudad de mayor envergadura que Huehuetenango.

Este era un viaje de dos días en mula que forzosamente se hacía por estrechas y boscosas veredas atravesando parte de las famosas cumbres de los Cuchumatanes y de la Sierra Madre.

El viaje se hacía a fines de enero, saliendo de madrugada en medio de los fríos más intensos imaginables. Esa noche se pernoctaba más arriba, en el frígido pueblito de San Bartolo. Al día siguiente, tras otra larga caminata siempre en ascenso, se alcanzaba la cumbre de Olintepeque y desde allí, repentinamente, en pleno corazón de la Sierra Madre, a 2,300m snm, se divisaba el asombroso panorama de la ciudad de Quetzaltenango, la cual desde ese punto, tiene por fondo el tríptico de sus grandes volcanes: El Cerro Quemado, el Santa María y el Siete Orejas.
(http://www.spanishcourses.info/cities/quetzaltenango-guatemala-54-ES.htm)

De esos viajes, hechos dos veces al año (noviembre, viaje al hogar cuando empezaban las vacaciones y enero del siguiente año, cuando había que regresar a Quetzaltenango) es que salieron las mejores y más emocionantes narrativas que yo le haya escuchado a Horacio.

Coyotes, búhos, indios, neblina, ventiscas, brujos mam, lúgubres sonidos de espectrales marimbas nocturnas, ignotos senderos cuidadosamente tapizados de antiguas piedras serpenteando en medio de densos bosques de pinos y cipreses, cuevas y lagunas misteriosas, todos formando diferentes combinaciones de dinámicos personajes girando imaginativamente alrededor de una pequeña comitiva de cansados y preocupados viajeros tratando de negociar el grande y sagrado escenario de los Cuchumatanes, esas mágicas serranías que todo huehueteco lleva por siempre resguardadas en su corazón. Desafortunadamente Horacio nunca publicó esas historias, ni tan siquiera escribió nada sobre ellas. Lo cual no deja de ser muy curioso para mí.

A falta de una verdadera y enaltecedora historia nacional, una pléyade de distinguidos huehuetecos (médicos, abogados, políticos, artistas, periodistas) cuando niños absorbieron esas leyendas, narradas con autenticidad y convicción, a la orilla del fogón de las tortillas y pishtones, por sus padres, abuelos, o por ancianas indias, leyendas que parecian verdaderas y que se hicieron “historia” porque muchas veces en los referidos sucesos se involucraban famosos personajes de carne y hueso de la localidad, que aparecían como involuntarias y aterrorizadas víctimas de las jugarretas de los antisociales de ultratumba.

Lo siguiente le sucedió a mi tío abuelo, el Coronel Juan Castillo, de acuerdo a como lo narra Horacio en el ya mencionado libro ("El Piecito de la Virgen, Leyendas..):

“A mi tío el Coronel, fue otro fantasma el que se le apareció, mientras se hallaba precisamente en el ejercicio de las armas. Era por entonces Mayor de Plaza de la cabecera, y fiel cumplidor de sus obligaciones, había dado en la costumbre de capitanear la ronda que noche a noche y con los fusiles a la bartola, recorría las calles apacibles de la población.

“En el curso de una de tantas vigilancias, acertó a pasar por la calle real del cementerio, entrando así automáticamente aunque sin darse cuenta, en los dominios de otro de los Señores de la noche y el misterio.

“Allí estaba por cierto tamaña autoridad, sentada tranquilamente en el borde de la banqueta.

“Vaya usted sargento −ordenó mi tío− a averiguar que hace allí ese perro tan grande y tan negro, sentado en la acera con aire de vecino que tomase el freso.

“Pero ya el corpulento animal se acercaba a ellos moviendo la cola en señal amistosa, aunque para mantener el incógnito, lo hiciera con los ojos cerrados como puños. Confiadamente se dejó examinar por todos los individuos de la tropa.

“Es un perre de San Bernarde comuel de Doi Arísteres Sosa −opinó el cabo− Yo mas bien creye que es un ternere −replicó el sargento− un ternere grandoto u selle un torite algue pequeñe.

“¡A ver! −terció mi tío el Coronel− parece robusto; manso por añadidura, ¡veamos si puede conmigo!” Y montó con espada y todo, sobre los lomos de la presunta bestia.

“Al punto, esta echó a correr llevándolo encima, con igual soltura que si se tratase de una pluma.

“Y como tomó la calle de El Boquerón que siempre está mal alumbrada, tuvo que encender sus silbines delanteros (vulgo sealbeams) a fin de alumbrarse el camino.

“Mi tío a pesar de ser un militar valeroso, vio con espanto que la luz de aquellos fanales era roja. ¡Entonces −pensó− no era un perro sino me está llevando el Cadejo! El proceloso canídeo (o lo que haya sido), debió leer en su pensamiento, porque al punto se apresuró a decir: ¡Afirmativo mi Coronel! ¡Afirmativo!

“Y sin aminorar la marcha se puso al trote largo, con lo que mi tío creyó llegada su última hora. Ningún auxilio podía esperar de sus atónitos acompañantes, temerosos de disparar los retacos no fuesen a hacer blanco en el jinete, en vez de hacerlo en su montura. Más el Cadejo, se apresuró en este punto a tranquilizarlo: `Recién se me informa, mi Coronel, que usted no es católico sino evangelista, y contra ustedes no tenemos pleito alguno. Con que sírvase perdonar el susto, y que tenga usted muy buenas, tranquilas y felices noches`.

“Y sin más preámbulo se lo sacudió de encima dejándolo tirado semiinconsciente a la orilla del camino.

“Siendo un muchacho naturalmente curioso pero también imprudente, una noche en que caminábamos por una poco iluminada calle le pregunté al marcial hermano de mi madre: `¿Es cierto, tío Juan, que a usted lo espantó el cadejo?`

“¡Tonterías! −me respondió− ¡y dile a la señora que te contó esa patraña (mi madre por supuesto) que si sigue regando esas mentiras se las verá conmigo!

“Mas el hecho es que cuando esto decía, su voz se volvió casi un susurro y su tez normalmente obscura se había tornado blanca como la luna. Al mismo tiempo un evidente temblor espelucó su canoso y bien recortado bigote.”
Ir a: (http://www.escalofrio.com/n/Hombres_Lobo/El_Cadejo/El_Cadejo.php)
Para una “terrorífica” versión del cadejo (como jabalí), ir a (http://www.youtube.com/watch?v=Vl0mXPXOieA)

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XV)

Al igual que Don Adrián Recinos, yo siempre digo que nací en ese pueblito Quiché-Mam llamado Huehuetenango (que en alguno de esos dos dialectos Maya significa “Pueblo de Viejos”) a pesar de que mi partida de nacimiento (y la de Don Adrián) digan otra cosa. Durante el tiempo en que yo viví allí, el pueblo era muy frío y neblinoso (quizás todavía lo sea) especialmente durante los dos o tres últimos meses del año y primeros del siguiente y la razón de ello es que está ubicado a 2000 metros SNM, en una planicie de la montaña de los Cuchumatanes (parte de la cadena montañosa llamada la Sierra Madre). Esta sierra de los Cuchumatanes tiene un área de 16,350 Km2 y a una altitud máxima de 3,828 metros snm siendo la sierra montañosa no volcánica más alta de Centro América y probablemente de México también.

Ninguna de las fotos en existencia de los Cuchumatanes (que en dialecto Mam significa “Lo que fue hecho por una fuerza superior”) se acerca en lo impresionante a otras montañas de Sudamérica, Europa o Asia, algunas de las cuales son evidentemente muy fotogénicas.
Ver: http://www.summitpost.org/area/range/403757/guatemala.html

Hay dos explicaciones para este fenómeno: La primera es la enorme amplitud de la serranía, lo que le permite ascender con declives poco abruptos hasta los casi 4,000 metros y la segunda es que la gran mayoría de fotos se toman desde los pueblos asentados en planicies ubicadas a medio camino de la montaña. Las fotos tomadas desde Huehuetenango, a 2,000 metros de altura, solo muestran en la distancia, los últimos 1,000 a 1500 metros finales de la serranía.

Una multitud de mágicas leyendas relacionadas con Huehuetenango y los Cuchumatanes han sido recopiladas en algunos de los ocho libros folklóricos publicados por mi papá (en especial: Horacio Galindo Castillo. El Piecito de la Virgen. Impresos Industriales, Guatemala C.A. 1975 −aclarando, como lo hace el autor, que la palabra piecito es de usanza local y probablemente esté reñida con lo recomendado por la Real Academia−), quien a principios del siglo pasado vivió y estudió en esa localidad. La totalidad de esas leyendas ya yo las había escuchado de labios del propio Horacio (la forma habitual como me acostumbré a llamarlo) y siendo que él era un cuentista de extraordinario talento, con frecuencia esas historias eran narradas en medio de una agradable tertulia de amigos y vecinos que se deleitaban, no solo con las historias en si, sino sobre todo por el gran estilo del cuentista.

Es bueno aclarar que jamás vi. a Horacio tomar bebidas alcohólicas (bajo ninguna circunstancia) y que durante esas reuniones lo que se servía era café o chocolate. Los amigos asistían para disfrutar al cuentista y sus consumados manierismos narrativos. En particular, las imitaciones que hacía de la especial dicción del lenguaje español de los indígenas (una segunda lengua para ellos) eran magistrales. Todos reíamos a carcajadas de estas divertidas actuaciones y de las situaciones presentadas. Es por eso que aun cuando yo más o menos conocía todas las historias (siempre les agregaba giros nuevos especiales de acuerdo a su inagotable inspiración), nunca me perdía las mencionadas reuniones.

Sin embargo al leer algunos de sus libros, donde Horacio narra estas mismas historias y duplica lo mejor que puede el estilo de hablar de los indígenas, sentí una gran desilusión. Las historias ya no me parecían divertidas. Las tramas eran por supuesto, las mismas, incluyendo los dialectos autóctonos, pero en ausencia de la voz y el estilo del cuentista, perdían toda su gracia y luminosidad. Era como tratar de degustar un sancocho sin sal, sin sazón, sin condimento... indudablemente insípido por el nostálgico recuerdo del artista por siempre ausente.

Independientemente de lo anterior, prácticamente todas estas historias se desenvuelven en algún lugar (pueblo, camino, cerro, laguna, bosque o quebrada) de los Cuchumatanes, en ese maravilloso sitio donde soplan los vientos más fríos y silbantes, donde las noches son las más obscuras y neblinosas, donde por las frecuentes ventiscas los pinos y cipreses crujen quejumbrosos, donde bajo la luz de la luna las grandes rocas parecen adquirir vida tomando la forma de duendes o de princesas mam.

Es también en esas serranías donde al Cadejo al Duende y a la Llorona les gusta aparecerse para sorprender a las comitivas de cansados viajeros pero en especial, es este uno de los hábitats predilectos de veloces coyotes nocturnos, viajando, sea en solitario o en pequeños grupos de tres o cuatro, corriendo, ladrando (el coyote ladra) aullando o quietos y erguidos, la pelambre encrespada por el viento, observando bajo la luz de la luna desde lo alto de alguna enorme piedra.

El coyote, el chacal y el lobo se derivan de un ancestro común, el Eucyon, un cánido de las planicies de Norteamérica que emigró al viejo mundo 3 ó 4 millones de años atrás. Lobos y coyotes cruzando el Ártico, regresaron hace 800,000 años a Norteamérica (Karen E. Lange. Wolf to Woof, the Evolution of Dogs. National Geographic, January 2002).

El coyote (Canis latrans) es un superviviente nato y uno de los depredadores más eficientes del planeta. A pesar de ser el blanco de escopetas, trampas y sebos envenenados su población está en auge y su área de distribución aumenta (América del Norte y Central). Allí donde los lobos han sido aniquilados, el coyote se ha erigido como superdepredador, con una dieta de serpientes, insectos, pequeños mamíferos, aves de corral, perros, frutos, basura doméstica y carroña (Mike y Peggy Briggs. Vida Salvaje. La Fauna en su Hábitat natural. Oarragon Books Ltd, p. 167).

domingo, 8 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bilívar y la Patria (XIV)

Estamos a fines del mes de febrero (2009) y los apátridas ya iniciaron los primeros ataques incendiarios en la vecindad del Parque Nacional Henri Pittier, sitio que desde hace años ha sido para mi una de las dos mitades del molde con el que he creado la patria en mi interior (haga click aquì). Esta es la mitad que corresponde a su parte física, es decir sus montañas, ríos, aves, bosques y todos los elementos vivos o inertes que conforma su territorio. La otra mitad es la historia, en este caso, obviamente el Libertador Simón Bolívar (Pulsar aquì)

Pero esa patria no es Venezuela, esa patria es la Gran Colombia: Porque no voy a ser yo, aun a estas alturas, quién con mi aprobación, beneplácito o indiferente mirada retrospectiva, se incorpore a la lista de los traidores (Páez, Santander, Gamarra, Flores, Santa Cruz) que, motivados por infames y deleznables ambiciones de poder personal, desbarataron la patria de Bolívar.

Simón Bolívar no solo conoció sino que vivió el territorio (la vasta extensión que comprendía el Virreinato de Nueva Granada −incluyendo la Capitanía General de Venezuela− y el Virreinato del Perú) como ninguno antes ni después lo ha conocido y vivido ni lo conocerá y vivirá jamás: palmo a palmo, a pié, en mula, a caballo (segùn algunos calculan, fueron 123,000 Km!) a veces con las posaderas llagadas y sangrando, con carbunclos (abscesos maduros) sin reventar y reventados.

Este territorio, selva, desierto, pantano, calurosa llanura, grandes lagos, bosques, caudalosos ríos, y frígidos y encumbrados picos y altiplanos, tenía una extensión de 4, 738,900 Km2, (exactamente la mitad del actual territorio de los Estados Unidos de América). Su frontera oriental era la costa del Océano Atlántico y su frontera occidental la costa del Océano Pacífico, esta ultima abarcando la mitad de toda la costa oeste de America del Sur. Así de inmensa era la patria que Bolívar construía. Millones y millones de babas, cocodrilos, delfines, chiguires, picures, tigres, tragavenados, monos, venados, coyotes, peces de todos los tipos y tamaños, miles de especies de aves, millones de especies de exóticos insectos y una flora aun más exótica, todo eso y mucho más habitando en perfecto equilibrio ecológico sobre esa tierra.

Piedras y metales preciosos abundaban en esa tierra, ni hablar de la casi ilimitada riqueza del subsuelo que todavía usamos para sobrevivir diariamente. La Gran Colombia era en verdad El Dorado. Un sitio donde los esforzados hubieran podido crear leyendas pioneras y realizar cualquier noble sueño, por atrevido que este hubiera sido.

Más adelante veremos como las “independencias de La Independencia”, que acabaron con El Dorado mediante el surgimiento de seis naciones (incluyendo a Panamá) de profunda vocación tercermundista, lo único que produjeron fueron catastróficas guerras fratricidas que convirtieron a sus habitantes, en hostiles e indeseables extranjeros los unos para con los otros. Latinoamérica, idéntica en territorio, mestizaje, lengua, religión y tercermundismo, es sin embargo un conglomerado de extranjeros (colombianos, panameños, bolivianos, etc.) que se ven de reojo, con desconfianza y resentimiento mutuo, atentos a erizarse en alharacas de guerras y escaramuzas bélicas a la menor provocación. Nuestra condición es en verdad lastimosa… y en mi opinión, irreversible.

El Parque Nacional Henri Pittier, ubicado principalmente en la vertiente sur de la Cordillera de la Costa, al frente del Estado Aragua, incluye una área de mil kilómetros cuadrados de dicha vertiente los cuales en su época prístina incluían todo tipo de vegetación, especialmente de la llamada selva húmeda así como “espectaculares bosques nublados y una abundante y variada flora y fauna sitio de residencia de 500 especies de aves” (Steven L. Hilty. Aves de Venezuela. Second Edition, Princeton University Press, 2003, p. 31).

Este libro de Hilty (no disponible en Venezuela!) es una verdadera Biblia ornitológica, una referencia indispensable para la identificación de las aves que logro fotografiar en los alrededores del Parque Nacional Henri Pittier. No solamente contiene una descripción de la totalidad de las 1,381 especies de aves conocidas en Venezuela sino que la mayoría de estas aparecen en 67 placas de realísticas ilustraciones a color.

Todavía no he hecho un recuento de cuantas especies he podido fotografiar al aire libre, quizás entre 50 ó 100 de las 500 especies que se supone pueden ser encontradas en esta zona (años atrás la revista National Geographic señaló al Parque Nacional Henri Pittier como un sitio especial para la observación de aves). Pero el lugar está decayendo rápidamente y la cantidad y variedad de animales que aquí viven disminuye de manera evidente. Algunas de las aves fotografiadas no las he vuelto a ver en por lo menos los dos últimos años.

Ni hablar de monos araguatos (aullador), venados, tigrillos y hasta cunaguaros (felinos un poco más grande que el tigrillo) que algunos vecinos recuerdan haber visto en los alrededores. Picures, que yo mismo pude ver y fotografiar, hace tres años que no vienen en busca de las papas cocidas que diariamente les poníamos en el jardín que colinda en la quebrada. Ardillas todavía hay, rabipelados casi no se ven como antes, cuando todavía podían tener su hogar en cuevas naturales de las grandes y numerosas piedras del patio, convenientemente alimentados con huevos de gallina colocados en las cercanías. Ratas y ratones, siguen abundando y con estos, alguna que otra mapanare que vive de ellos.

¿A dónde fueron o donde están ahora los araguatos, los perezosos, los cunaguaros, venados, cachicamos, picures, y otros? Fueron extinguidos a plomazo limpio de estos lares. Algunos pocos, ahuyentados por la pólvora y los incendios, quizás todavía sobrevivan en algún paraje profundo y escondido de los altos bosques nublados. Otros como los murciélagos, grandes y pequeños, así como los sapos y ranas, que hace unos tres o cuatro años atrás eran abundantes, ahora apenas se ven, de vez en cuando, baj0 la forma de uno que otro solitario ejemplar. Están en vías de extinción.

Ahora el territorio le pertenece al hombre, su machete y mechero y a sus perros asesinos (de iguanas, rabipelados y picures) y a ese otro criminal laxamente asociados con nosotros, el gato feral (devorador de huevos y pichones de aves, especialmente pollitos de guacharacas). Esto no significa que el hombre no pudiera compartir la naturaleza con el resto de sus componentes vivos e inertes. Pero requiere de hombres y mujeres que conozcan y amen a su patria (ciudadanos), porque estos, instintivamente, no solo van a respetar el ambiente sino que también harán esfuerzos para su preservación y crecimiento. Ir a: http://picasaweb.google.com/otobgil/HenriPittierIII#5310904164880849282

lunes, 2 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XIII)

Desafortunadamente ni el gobierno ni la jerarquía católica han mostrado interés en continuar el trabajo que falta por hacer a partir del año 1935. Desde esa fecha para acá todavía hay millones de registros asentados en libros de papel (civiles y eclesiásticos) en continuo e irreversible proceso de deterioro. Esta “apatía histórica” es otro síntoma cardinal de tercermundismo.

Asombroso como pueda parecer, las hemerotecas de importantes periódicos como El Siglo (Aragua) y El Carabobeño (Carabobo) son de papel, por cierto de la peor calidad (papel periódico). Por motivos de seguridad y comodidad al público interesado, todo ese material debería de estar registrado en microfilmes. Los microfilmes ocupan muy poco espacio y varias copias pueden estar en edificios o ciudades diferentes, en resguardo de eventualidades.

Nuestra indiferencia histórica nos hace perder también cantidades gigantescas de tradición oral. Importante porque la historia tiene su fundamento a partir de lo que refieren los testigos presenciales de los hechos, desde el General que ganó o perdió batallas, hasta el abuelito que en su juventud participó como soldado y todavía recuerda mucho de esos eventos y efemérides.

Por ejemplo, J. A. De Armas Chitty en su libro (Historia del Estado Guárico. Ediciones de la Presidencia de la República, 1982) refiere (P. 56) “En plena adolescencia, en 1922, oímos decir a los ancianos Florencio Medina, Juan José Bastidas y otros, todos nativos de Santa María, que el pueblo se inició en el sitio de Santa María la Vieja, por la Corona, donde hubo una aguada mucho después de la década del 30. Hubo también hacia Dividive, por Banco de Ipire, otras fundaciones en el comienzo.” Santa María de Ipire es matriculado como pueblo en el año de 1768 ¿Qué puede ser más trascendental en la vida de una comunidad que el nacimiento de un nuevo pueblo? Se inicia con 22 casas y 43 vecinos (Matrícula del Pbro. José Felipe Mora, Archivo Arquidiocesano, 1768, referencia mencionada en el libro de Chitty).

La siguiente es una historia que me fue referida por primera vez por mi padre, Horacio Galindo (Médico y Cirujano, escritor, pintor, pianista, político −Vicepresidente del Congreso Nacional de Guatemala durante la Presidencia del Dr. Juan José Arévalo− y extraordinario cuentista) y que de una manera muy especial está vinculada a mi familia y a la espaciosa casa de mis abuelos (que es como yo la recuerdo por haber vivido allí hasta la edad de tres años) en el pueblito de Huehuetenango:

“Ramiro y Miguel Ángel, dos de los hijos de Don Eustaquio Herrera y su esposa Doña Juanita, fueron a estudiar medicina a Chile. Miguel Ángel tras graduarse se radicó permanentemente en ese país, pero Ramiro regresó en 1922, como médico bacteriólogo. De Chile trajo semillas de un árbol típico de allá, la jacaranda (o jacarandá, árbol bignoniáceo, de flores moradas en forma de campana). Pero como el patio de su casa no era lo suficientemente grande, Doña Juanita le regaló las semillas a mi abuela Ceferina quien las sembró en el patio de su casa. Allí crecieron dos jacarandas frondosísimas que a los dos años, ya se habían cubierto totalmente de flores.

“En 1927 mi tío Rafael y mi papá Horacio fueron a la capital de la república y le llevaron semillas de esos árboles a Don Ulises Rojas, conocido botánico guatemalteco, quien se dio a la tarea de sembrarlas en los parques y avenidas de la ciudad, particularmente la llamada Avenida del Hipódromo y la Avenida del Reformador. Con el tiempo las semillas fueron llevadas a otros sitios y en la actualidad, las jacarandas son ampliamente apreciadas y adornan muchas de las plazas y avenidas del país.

“Un detalle interesante de la jacaranda es que es un árbol muy difícil de pintar (mi papá era pintor aficionado y tenía muchos amigos pintores, en especial los maestros Don Carlos Rigalt y Don Humberto Garavito). El maestro Garavito, indudablemente el mejor pintor que ha tenido Guatemala (click aqui), era de la opinión que tal tarea era imposible”
(ver foto en http://www.mthelenavet.com.au/images/story/jacaranda.jpg, también en http://www.photographersdirect.com/stockimages/j/jacaranda_trees.asp, vistas de avenidas)

De muchacho recuerdo ir con otros amigos a jugar béisbol al llamado Hipódromo (no tenía nada de hípico). Cuando las jacarandas estaban floreando, nos gustaba succionar la deliciosa miel de las tubulares campanitas moradas regadas por todos lados. En esos días yo no conocía que esos luminosos árboles estaban tan estrechamente vinculados a mi familia. Ahora esa información me llena de tranquila satisfacción y orgullo.

Infinidad de pequeños bloques como esos también sirven para levantar el gran edificio de la patria.

domingo, 1 de marzo de 2009

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XII)


Me voy a permitir tomar como ejemplo el remoto pueblito llamado Huehuetenango (Guatemala), en las serranías de los Cuchumatanes, frío, neblinoso y poblado de pinos. De esa humilde parcela humana, mayormente formada por indígenas de la tribu Quiché y Mam, existen 31 rollos de microfilmes de las páginas de registros parroquiales desde 1819 y civiles desde 1877, relacionados con nacimientos, matrimonios y defunciones hasta 1930. Allí encontré la fecha de nacimiento (y de bautismo) de mi abuela y bisabuelos, fecha de matrimonio con mi abuelo (nacido en San Caralampio, Chiapas, México) y posteriormente nacimiento de siete hijos incluyendo mi padre Horacio. Una complicada red de conexiones locales me unen con cuatro familias del pueblo (Herrarte, Villatoro, Castillo y Aguirre). Arriba y a la izquierda: Mi persona (dos años de edad, 1937) y a mi izquierda, mi primo Lionel Àlvarez, en Huehuetenango.

Utilizando el software mormón (Personal Ancestral File, que puede bajarse sin costo desde http://www.familysearch.org/eng/default.asp) es posible organizar toda la información y construir un árbol genealógico en cualquiera de sus modalidades, no importando la cantidad de nombres que se tenga y realizar sofisticadas búsquedas de los datos recolectados y llevar a cabo transaccciones por Internet mediante el protocolo GEDCOM, internacionalmente aceptado para permitir intercambiar datos con otras personas aun cuando estas estén usando programas genealógicos diferentes.

Pero eso no es todo: Este programa de rescate genealógico de la iglesia mormona también microfilma, con permiso del autor, libros que tengan que ver con la historia de pueblos y ciudades. De esta manera obtuve dos importantes (para mí) libros sobre la historia, geografía y familias de Huehuetenango. Uno, de Don Rubén Rivas Alvarado (Ensayo Autobiografico) y el otro de Don Adrián Recinos (Monografia del Departamento de Huehuetenango) lo que ha permitido dar algo de cuerpo y personalidad a varios familiares de las cuales solo tenía escuetos registros vitales.

Varios investigadores de la especialidad han buscado información en el Centro de Historia Familiar (FHC) de Maracay e inclusive han contribuido donando libros escritos por ellos relacionado con la historia de la región (el Dr. Germán Fleitas Núñez, abogado, connotado historiador, escritor y genealogista, nacido en La Victoria y el Profesor Oldman Botello, periodista, autor de numerosos libros, Cronista de Maracay, natural de Villa de Cura). Pero en general el interés del público venezolano es bajísimo. Haga click en FHC.

Esto ciertamente contrasta con la enorme popularidad que la historia familiar (genealogía) ha mantenido en los países del primer mundo, lugares en donde existen cientos de sociedades genealógicas y sitio de publicación de gran número de exitosos libros especializados en la materia.

Este interés por los antepasados y su historia dista de ser una novedad reciente. El primer libro de la Biblia (Génesis) en el Capítulo 5 hace un esfuerzo por presentar la descendencia de Adán y Eva (Set, Enós, Cainán para arribar, tras el progreso de varias generaciones, al mismo Noé, famoso por su confrontación con el Diluvio Terrenal. Para entonces Noé ya había engendrado a Sem, a Cam y a Jafet. El primero, antecesor de los persas, asirios, caldeos, armenios, sirios (el no menos famoso Abraham sale de Ur de los Caldeos). El segundo (Cam) es antecesor de los pueblos de África y Arabia. Del tercero (Jafet) vendrán los galos, bretones, germanos, rusos, griegos, romanos. La genealogia de Jesucristo en mostrada con gran detalle, tanto partiendo de Maria como de Jose, en ambos casos convergiendo en el Rey David.

Otro notable ejemplo:
“De un solo tronco se originaron estos reinos, cuando comenzó a brillar el sol, al principio de la luz:
Balam-Acab, primer abuelo y padre.
Qoacul y Qoacutec, la segunda generación.
Cochahuh y Cotzibahá, la tercera generación…
Siguen los nombres y en la duodécima generación se llega a:
Don Cristóval, así llamado, que reinó en tiempo de los castellanos”
Esta genealogía y muchas más se encuentran en el Popol Vuh, libro de las antiguas historias del Quiché. Es clara la gran importancia que los Mayas daban también al estudio y registro de las descendencias familiares.

No importa que pensemos que estas concatenaciones son meras leyendas y que los mencionados personajes realmente nunca existieron. El punto a destacar es el esfuerzo de los antiguos en crear registros de relaciones familiares y la intención de preservarlas para generaciones futuras. La idea no declarada es que aun cuando estas líneas genealógicas corresponden a grupos selectos (por virtud de liderazgo o alcurnia real) lo admirable es que cualquiera, con suficiente esfuerzo y determinación podría llegar a conectarse con ellas.

Porque la misma sangre de hombres y mujeres hace rato convertidos en polvo fluye por nuestras venas: “Somos los hijos de muchos progenitores, y cada gota de nuestra sangre está conectada con una multitud de ancestros” (Ralph Waldo Emerson, citado por William A. Roskey. How to Trace your Family Tree. American Genealogical Research Institute staff, Doubleday, 1973).

Boletín Especial: El Libertador Simón Bolívar y la Patria (XI)


No existe pues en nuestro medio, por falta de adecuada enseñanza y consiguiente pérdida de cultura cívica, un aprecio por los pocos reservorios que aun quedan de nuestro pasado. Como tal estos nichos históricos van perdiendo su contenido de manera rápida, sostenida e irreversible: Libros, documentos, objetos (la famosa Venus de Tacarigua, hace años que fue robada del Museo Antropológico de Maracay, en su lugar se exhibe una réplica), edificios, registros, fotografías, pinturas, actas, testigos y muchos más. Arriba una reproducciòn de dicha venus aunque mejor pudiera llamarse Adonis, por sus caracterìsticas masculinas. Para ver la versiòn femenina click femenina.

Un ejemplo dramático pero que ha tenido un desenlace feliz son los miles de libros de registros eclesiásticos o parroquiales (que datan del siglo XVIII) y registros civiles (iniciados a mediados del siglo XIX) conteniendo datos (nombres, lugares, fechas, testigos, oficiantes, parientes) de nacimientos, matrimonios y defunciones de la población venezolana. Hay que visitar los locales donde se albergan y manejan estos registros para enterarse del descuido y abandono en que se encuentran esos preciosos libros históricos, muchos arrumados en cualquier rincón, a veces carcomidos por las plagas o echados a perder por la humedad y aun las filtraciones del agua de lluvia, mutilaciones y también casos de incendios de oficinas con destrucción de todo el material. Estos libros contienen la genealogía individual de cada uno de nosotros, con todos los vínculos familiares que fueron establecidos y que culminaron con nuestra propia existencia: Padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, tíos y tías, primos, primas y parientes de varias generaciones atrás.

Mucho se ha perdido pero la degradación física de este material se contuvo (en el punto en que se encontraba) merced a la providencial intervención de un programa de microfilmado de estos registros llevado a cabo a todo lo largo y ancho del país, desde los inicios de estas anotaciones (a mediados de 1700) hasta el año de 1935. Esto también incluyó al resto de los países de Latinoamérica. El programa es auspiciado por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) y se llevó a cabo con la aprobación del gobierno nacional y de las autoridades eclesiásticas correspondientes.

En Venezuela, únicamente en el estado Carabobo, por disposición expresa de Monseñor Uroza, no se había permitido la microfilmación de sus libros eclesiásticos. Finalmente después de varios años de impasse, los libros se abrieron al proceso pero solo después de una “sugerencia” directa del nuevo prelado de Roma, el Papa Benedicto XVI. Esto pone en evidencia la importancia global de este programa de rescate genealógico. Porque con esto, millones de esos nombres ya no terminarán, por destrucción de los escritos asentados, en el olvido total. Ahora están asegurados y algún día quizás alguien los irá a buscar.

Este programa tiene otras importantes características: Primero, es gratuito. Ni los gobiernos ni la iglesia católica tuvieron que hacer ningún tipo de pago o inversión para su implementación. Segundo, tanto el gobierno como la iglesia católica, reciben una copia en microfilme de todo el trabajo realizado (gratuitamente por supuesto). Tercero, copias adicionales se guardan en bóvedas especialmente construidas dentro de una montaña de granito en Lago Salado (Utah, USA), en donde la temperatura, la humedad, flujo de aire y otros parámetros se mantienen de manera óptima para la preservación de los millones de microfilmes allí almacenados. Finalmente existen en todos los países unidades de trabajo especiales (Centros de Historia Familiar) donde cualquier persona puede solicitar el microfilme de su pueblo o ciudad, por año y por tipo de registro (nacimientos, matrimonios, defunciones) y estudiarlo usando las lectoras de microfilme del centro. El servicio también es gratuito y se lleva a cabo en un ambiente libre de proselitismo religioso.